Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

domingo, 7 de febrero de 2010

La escuela de niños ciegos


Mañana marcho a Barcelona a entrevistarme con un antiguo compañero del colegio. Puede que haga más de veinte años que no nos vemos,pero su familia me ha comentado que me puede orientar a la hora de enfocar mi próximo proyecto;un documental sobre una pequeña escuela para niñas y niños ciegos situada en Beira(Mozambique).

Nada más aterrizar,después de casi veinticuatro horas de vuelos y transbordos,bajamos exhaustos en el aeropuerto de Beira. Allí nos esperaba Adalbert,un sacerdote congoleño que conducía como Carlos Sáinz a punto de perder los nervios en un rally. Era mi primera vez en África y aquel calor,aquella humedad,aquellos olores,aquellos miles de personas avanzando pegados a los caminos dirigiéndose hacia un horizonte donde nada parecía esperarles,me impactó y me sedujo. El apego y el rechazo se fundieron con igual valor en mi. Mujeres delgadísimas vendían carbón a orillas de la carretera. Hombres fibrosos empujaban carretillas de ruedas deshinchadas transportando chatarra que en Europa sólo querría algún performer trasnochado.

- Tendréis que pasar algunas horas en la escuela para niños ciegos en la que trabajo hasta que os pueda llevar al convento donde dormiréis.- nos dijo Adalbert

Yo estaba tan cansado que me hubiera dormido colgado de los pies en un baobab.
Mientras avanzábamos se nos mostraba un paisaje desolado. Algunos chavales vestían camisetas desvencijadas del valencia club de futbol ,con nombres de jugadores que ganan tanto dinero como la deuda externa de su país.
Ser niño en África es casi una maldición. Ser niño ciego es estar muerto. Es por ello que esta escuela, pagada por el gobierno portugués y administrada por la orden de los Sagrados Corazones, es un milagro en medio del caos.
Quizá uno de los recuerdos más terriblemente vívidos que conservo en la memoria se sitúa precisamente a escasos metros de la valla de entrada al colegio. Lo vi desde el coche, a nuestra llegada, apenas unos segundos, pero no ha desaparecido de mi mente. Un chaval de no más de trece o catorce años estaba agachado en cuclillas,con los pies descalzos dentro de un charco de agua que parecía estancada hacía siglos. Vestía sólo unos pantalones con unos agujeros que mostraban sus rodillas picudas. Miraba al cielo con una mirada opaca,como si fuera un muro. Mientras, con sus dos manos, cogía agua embarrada y se la tiraba por la cabeza. El barro le cubría el rostro y los hombros, dándole el aspecto de una escultura de Giacometti . Ni siquiera el escaso brillo de sus ojos que asomaban tras el fango insuflaban vida a este niño-hombre que habitaba más el reino de los muertos que el de los vivos. Si careciera de vista podría haber estado al otro lado de la valla, estudiando, con la comida garantizada y una cama donde dormir cada noche. Hay veces que las desgracias tienen su recompensa. Es probable que ya hubiera perdido el juicio definitivamente a causa de la malaria o cualquier otra enfermedad. De lo contrario,igual se hubiera arrancado los ojos para poder ser admitido en aquella escuela.
Creo que es importante dar a conocer este trabajo,no vaya a ser que con tanta telebasura se nos oxiden las neuronas.Admito todo tipo de sugerencias para poder financiar el documental.
Gracias a todos/as.

2 comentarios:

  1. Grande, Jordi. Eres grande.
    Ya hablaste con mi hermana, supongo. Nuestro apoyo para el documental.
    Te quiero.

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  2. Sí,hablé con tu hermana y está al corriente de todo el proyecto. Te lo he de contar detenidamente. Estos días en Barcelona han sido muy productivos. Hay gente interesada y he conseguido concretar algunas cosas que van a facilitar todo el proceso. Hablamos pronto y te cuento.
    Yo también te quiero.
    Beso enorme.

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