Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

lunes, 24 de octubre de 2011

Hubo un tiempo....


Hubo un tiempo en que las carreteras nos alejaban del dolor.
Nuestros cuerpos eran fuertes como robles y delgados como un tiro.
Todas las chicas eran guapas y listas.
Nos alimentábamos de palabras vacías,
olíamos a nenuco y nuestro corazón era tan puro…..
Con la muerte jugábamos al mus y con la vida a la ruleta rusa.
Vivíamos a borbotones y nos moríamos de miedo.
Nuestra piel dormía a la intemperie y el alma entre algodones.
Nuestro pensamiento era de otros, nuestras frases puñales, nuestros silencios fortalezas.
La noche nos besaba en la boca y el día nos arropaba como una madre.
Caminábamos sobre las aguas y el amor era eterno.
Hubo un tiempo en que el espejo nos devolvía una sonrisa.

sábado, 22 de octubre de 2011

Cadáver 15: La duda


Muchas veces me pregunto hasta qué punto mi presencia en este planeta tiene alguna influencia. Y no hablo de los frutos de mis fotografías o de si el arte puede transformar el mundo (hoy debo tener el ego apaciguado). Estoy hablando de una influencia directa a través de la acción o de la pasión (no confundir con la de Cristo. Según el diccionario pasión es lo contrario a la acción). Hablo de intervenir o quedarse parado. Hablo de tener en mis manos el dar un pequeño giro a la historia. Hablo de otorgar o quitar la vida.
El otro día contemplé la primera cacería en lo que yo denomino “mi pequeño Serengueti”, que no viene a ser otra cosa más que mi terraza y los tres gatos que en ella habitan; Rita, la juguetona, Rufus que prometía ser el más arrabalero y ha terminado por ser el más meditativo y Rimpoché, que prometía ser el más meditativo y se ha transformado en el más macarra (lo que en los documentales de La 2 denominan “el macho alfa de la manada”).

Obsesivamente andaba Rufus dando vueltas al gran helecho que domina el fondo izquierda del Serengueti. En general Rufus es menos activo que los leones de las cortes, pero en esta ocasión estaba inquieto. Yo lo observaba atento desde la ventana mientras me comía una tortita de maíz con aceite de oliva y anchoas (que no aporta nada al relato pero me apetecía contarlo).
En un momento dado, Rufus desapareció entre la maleza. Las hojas del helecho comenzaron a agitarse violentamente. Parecía una escena de esas malas películas de ciencia ficción donde está a punto de aparecer la bestia que devorará a todos los tripulantes de la nave “Jander III”.
Tras unos tensos momentos de espera, donde las anchoas cayeron de la tortita de maíz al suelo, apareció Rufus con paso triunfal y un saltamontes en la boca.
En general los gatos no matan a sus presas instantáneamente, sobre todo los gatos domésticos, que tienen la comida asegurada. Por el contrario las someten a una muerte lenta que para ellos es un juego y para la presa, una tortura.
En ese instante se presentó la duda. Tenía dos opciones; podía arrebatar el saltamontes a Rufus y soltarlo en alguna zona de difícil acceso para los gatos o, por el contrario, podía dejar que los acontecimientos siguieran su curso. Elegí la segunda opción y no me arrepiento.
Cuando Rimpoche, el macarra, advirtió que Rufus había dado caza a un saltamontes, se precipitó sobre su compañero, robándole el bicho de un zarpazo. Rufus, que más que macho alfa no llega ni a macho épsilon, agachó la cabeza y se apartó, rindiendo pleitesía a los kilos de más que engordan a Rimpoché. Mientras tanto, Rita; que está locamente enamorada de Rimpoché (es un secreto a voces), observaba encandilada cómo su héroe machacaba al insecto y de paso la autoestima de Rufus.
Yo me debatía entre el sufrimiento y el disfrute de ver cómo la vida seguía su curso sin que yo, que tenía la potestad de alterarlo, hiciera el más mínimo gesto.
Dejé de mirar y puse en el equipo de música a los Ramones para no escuchar los imaginarios alaridos del insecto. Bailé un rato y cuando estuve suficientemente sudado, me duché y me fui a comprar una dorada para hacerla al horno.
Cuando volví, Rita jugaba con lo que ya era un cadáver y Rufus se preguntaba cuándo le podrá partir la cara a Rimpoche.

jueves, 20 de octubre de 2011

Los olvidos


Hay veces que alguna novia, en su despechada última huída, deja restos del naufragio en mi guarida.
Con el tiempo, haciendo limpieza o buscando unos calcetines sin agujeros, estos restos reaparecen como caramelos envenenados.
En esos momentos sólo echas de menos dos chinchetas para clavártelas en los ojos y una pastilla que provoque la amnesia instantanea.

Experimento Comparte - Acción contra el hambre


Me manda mi amiga Belén este vídeo de la ONG Acción contra el hambre. Es sencillo, muy sencillo, pero también muy eficaz y clarificador.
Es de esos vídeos que a uno le hubiera gustado filmar.
Baltasar Gracián tenía razón: "Lo bueno, si breve, dos veces bueno"

jueves, 6 de octubre de 2011

Alumnos aventajados


Muy a mi pesar, he de reconocer que esta foto no es mía.
De vez en cuando algún amigo (amiga en este caso) me dice:
-“¿No me darías unas clases para ver cómo funciona mi cámara?”
Yo casi siempre accedo. Sólo digo no cuando estoy a punto de entrar en quirófano para ser operado a corazón abierto.
Y me encuentro con que hay personas con el talento que a uno le costó cultivar durante más de veinte años.
A mi esta fotografía me parece sublime.
¿Nos podrías explicar cómo la hiciste, apreciada Nuria?
O casi mejor; ¿podrías iniciar un curso de fotografía digital on-line para ineptos como yo?
Gracias.
Buenos días.

martes, 4 de octubre de 2011

Perlas


Hay perlas en el fondo del mar.
Hay perlas en tus ojos.
Hay perlas en lo que queda de mi niño.
Hay perlas en la voz de Van Morrison.
Hay, perlas, hay perlas…..
Hay perlas en tu piel de verano.
Hay perlas en tus frases afiladas.
Hay perlas, las hay.
Hay perlas en mis sueños.
Hay perlas muertas en mis recuerdos.
Hay perlas en la basura.
Hay perlas en las esquinas de tu barrio
y en el rocío de mis mañanas.
Hay perlas en la respiración del maquinista,
en la soledad de la azafata,
en el llanto del peatón,
en el temblor del protón,
en el calambre del placer,
en el alambre del funámbulo.
Los suicidas disparan perlas.
Los alquimistas buscan perlas.
Los anarquistas proponen perlas.
Los artistas se suponen perlas.
Pero sólo el aburrimiento de la ostra produce perlas.

sábado, 1 de octubre de 2011

Las consecuencias del amor ajeno


La historia es muy sencilla:
Chico conoce a chica.
La chica, nacida en Polonia y becada con una Erasmus, estudia filología española en Valencia.
Chico se enamora de chica y chica se enamora de chico.
La beca termina.
Chica regresa a Polonia y chico la sigue (el amor mueve
montañas).
Hasta aquí todo parece un guión del peor cine español.
Pero la historia es real y corresponde a mi vecino.
Las consecuencias son varias, pero en lo que a mi respecta me comentó la posibilidad de compartir el cuidado de sus tres gatos con los inquilinos que han alquilado su casa.

- “Abrimos un hueco entre las terrazas para que puedan pasar cuando quieran.¿Qué te parece?” – me dijo
- “Ok” – le dije yo.

Y como quien no quien la cosa me he convertido en padre adoptivo de tres gatos.
En su día me dijo cómo se llamaban, pero lo he olvidado y les he puesto nuevos nombres.
En primer término tenemos a Rufus (homenaje a Rufus Thomas, autor de uno de los temas soul más impresionantes de la historia; “The Memphis train”). Rufus es el más brillante de los tres. Es curioso pero no invade tu espacio. Está flaco como una raspa y eso aumenta el tamaño de sus ojazos verdes.
La de detrás es Rita (que no es un homenaje a Rita Hayworth, ni a Rita Pavone). Rita es huidiza con los humanos y autoritaria con sus congéneres. Lleva de culo a los otros dos. Es la que se come mis plantas y me rompe los tiestos.
El del fondo es Rimpoché (“maestro”en Tibetano). Es el más tranquilo y cariñoso de los tres. Su lugar favorito es una esquina de la terraza, debajo de un gran helecho. Desde allí me observa en actitud meditativa (de ahí lo de Rimpoché).

Pues, como le dijo Antonio Banderas a Victoria Abril en “Átame”: “espero ser un buen marido para ti y un buen padre para tus hijos”. La primera parte de la frase me la saltaré pero a mi vecino le puedo decir: “espero ser un buen padre para tus gatos”.
Que les vaya bien el amor en Polonia. Ese es mi deseo.