
Hay veces que alguna novia, en su despechada última huída, deja restos del naufragio en mi guarida.
Con el tiempo, haciendo limpieza o buscando unos calcetines sin agujeros, estos restos reaparecen como caramelos envenenados.
En esos momentos sólo echas de menos dos chinchetas para clavártelas en los ojos y una pastilla que provoque la amnesia instantanea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario