Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

miércoles, 29 de junio de 2011

Fotos robadas





Hoy hemos hecho las fotos promocionales de Payasospital para la temporada 2012 y antes de empezar me he dedicado a apropiarme de algunos momentos.

martes, 28 de junio de 2011

La fase final










El documental que rodamos en Brasil está a punto de terminarse. Tan sólo falta insertar unos textos. Aunque el estreno no será hasta Septiembre os muestro algunos fotogramas de protagonistas y momentos vividos. La idea es confeccionar un trailer que tendréis en unos días.

lunes, 27 de junio de 2011

domingo, 26 de junio de 2011

Una recomendación


Esta mañana, curioseando por la red, he ido a parar a la página de Manu Chao.
Manu Chao es de esas personas que no dejan indiferente; la gente lo adora o lo detesta.
Yo intentaré quedarme en un saludable punto medio y diré que me gusta bastante. Pero debo decir que su web me ha fascinado. Os la recomiendo. Escuchad atentamente los textos extraidos de radio "La Colifata", no tienen desperdicio. Para el que quiera, en la sección de enlaces encontrará un acceso directo.
Que lo disfrutéis.

viernes, 24 de junio de 2011

Los flecos


En todo reportaje siempre quedan flecos. Son esas imágenes que nunca se publican porque la persona entrevistada no ha dado información interesante o simplemente fotografías que realizo sin que pertenezcan al tema que estamos tratando. Esta niña nos rondaba mientras entrevistábamos a una mujer que destilaba ilegalmente lokoto, un aguardiente similar al alcohol de farmacia. Yo me había pasado 24 horas vomitando una comida en mal estado y al día siguiente, sin desayunar, lo primero que me ofrecieron fue este brebaje. Por cortesía o por morir definitivamente acepté. Fue en ese instante cuando apareció este angelito de mirada curiosa e intensa. Yo no sabía si era real o una visión producto del lokoto. Debía ser real porque aquí la tenéis.

Peter Greenaway


Mi profesión me ha permitido conocer algunos personajes que eran mitos en mi cabeza.
Cuando en Valencia se realizaba la Bienal de Arte tuve la ocasión de trabajar en dos de ellas, la primera y la tercera. Todavía no sé porqué no me llamaron en la segunda y la cuarta. Será una cuestión de impares.
En la primera coincidí con el cineasta Peter Greenaway, director de “El vientre del arquitecto” o “El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante”, entre otras. Yo, por entonces, ya era un devoto de sus películas y concretamente “El cocinero…” la había visto al menos cinco veces. Sobre esa película yo tenía elaborada una teoría, pero me quedaba una duda a cerca de una de las secuencias. Un día tuve el valor de acercarme al maestro y mostrarle mi inquietud. En mi precario inglés le desarrollé la teoría y le plantee mi duda. Se mostró sorprendido y me contestó que la teoría era correcta y posteriormente respondió a mi duda. Habló durante unos quince minutos sobre las raíces judeocristianas de nuestra cultura, sobre la revolución francesa, la revolución industrial y la revolución informática. Yo, aunque no entendía casi nada de lo que hablaba, afirmaba esforzándome por poner cara de intelectual, porque con esta gente o pones cara de intelectual o estás perdido. Finalmente me preguntó:
- ¿Do you understand? (¿has entendido?)
A lo que le contesté:
- Everything (Todo)
Aunque la verdad es que no había pillado ni una.
A veces fingir salva tu dignidad.

Dime hasta dónde....

jueves, 16 de junio de 2011

Haiku 02


Pedías que llegara la primavera.
Ahora que está aquí;
¿qué harás con la lluvia acumulada?

miércoles, 15 de junio de 2011

Primer amor


A un primer amor lo acunarías en tu regazo la vida entera. Le comprarías helados de chocolate si le gustara el chocolate y de fresa si le gustara la frambuesa. El primer amor, sin saberlo, hace girar la tierra con sus manos e incendia los días de verano con sus ojos. El primer amor huele siempre a caramelo y en su tierra fértil, dan fruto tus semillas muertas. Los silencios de un primer amor son inteligentes y sus palabras te explican la gestación del universo. El primer amor habita en los pliegues de tus sábanas y resbala en las grietas de tu memoria, sobrevuela tu infierno y apaga tu sed derramando sobre ti su divina indiferencia. Por un primer amor le pegarías fuego a Roma con Nerón dentro, empezarías de cero todos los días, rezarías al dios que una vez mataste y pedirías perdón por haber estado tan ciego, renunciarías a tu nombre y a tu historia, serías Charlie Manson o el Dalai Lama, el estrangulador de Boston o la madre Teresa de Calcuta, vagarías en busca del santo grial sin salir del mapa de su torso. El primer amor te impulsa, te rapta, te nace, te mata, te todo, te nada, te habita, te olvida, te vuelve y se marcha.

sábado, 11 de junio de 2011

Historia de un caracol


Cruzaba un caracol la avenida Constitución con parsimonia de caracol cuando yo cruzaba en sentido contrario. El semáforo de peatones anunciaba la inminencia del rojo. Los coches rugían como en la salida de un gran premio de fórmula 1. Había dos opciones; le salvaba la vida o lo abandonaba a su suerte. Con toda seguridad alguno de los vehículos le hubiera pasado por encima ya que al animal, haciendo un cálculo por encima, le quedaban unos 15 minutos para llegar a la acera contraria, situación que tampoco garantizaba su supervivencia. Lo agarré entre el pulgar y el índice de mi mano derecha y aceleré el paso. El caracol giró sobre sí mismo con esa típica contorsión de caracol y me miró con sus antenas. Fue entonces cuando preguntó:
-¿Pero tú que haces? Llego tarde al trabajo.
Ignoro cual puede ser el trabajo de un caracol pero le contesté:
-Tengo un trabajo mejor para ti en mi terraza.
-Ah ,sí? Y tú qué sabrás!!
-Allí tienes un montón de los tuyos que parecen buena gente.
-¿Y qué hago con mi mujer la caracola y mis caracolillos?
-Mañana vamos a buscarlos.
Dudó.
-Y ¿en qué consiste el trabajo que me ofreces?
-No has de hacer nada especial. Sólo tienes que dar color a mi espacio. Tienes hojas para comer y paredes para trepar.
-¿Y si no me apetece?
-¿Porqué no tendría que apetecerte? Parece un buen plan.
-Pues podría no apetecerme porque soy un caracol jubilado, porque soy un vago o simplemente porque no me da la gana. ¿No sé si me explico?
- -Perfectamente, pero me has dicho que te dirigías al trabajo. Me parece que jubilado no estás.
-No seas tan listo y llévame de nuevo a la avenida de una puñetera vez.
-¿Y no sería mejor ir a buscar a la señora caracola y a los pequeños caracolillos para traerlos también a mi casa? Podríais vivir todos allí. Hay espacio de sobra, comida en abundancia y buena música, te lo aseguro.

El caracol mantuvo un largo silencio.

-Está bien. Te he mentido. Ni me dirigía al trabajo, ni existen la caracola, ni los caracolillos. Hace tiempo que un grupo de humanos llegaron a mi aldea y raptaron a toda mi familia. Llevaba tiempo buscándolos. Hoy me he enterado de que acabaron en una paella gigante en la falla del Pilar y pretendía morir atropellado, pero tú me has salvado la vida. Me tenía que cruzar con un puto ecologista.
-Vaya. Lo siento, de verdad, pero insisto; creo que si vienes conmigo puedes iniciar una nueva vida. Incluso puedes encontrar alguna caracolilla guapa.
-Mira, tío, haz lo que te de la gana. Al fin y al cabo estoy atrapado entre tus dedos, flotando en el aire y no puedo decidir. Además tengo un vértigo que te cagas y lo estoy pasando fatal. Nunca he estado a tanta altura.

Entramos en casa. Nos dirigimos a la terraza. Le di a elegir la planta donde quisiera estar. Me dijo que le daba igual, que era un caracol deprimido y que lo que le vendría bien era un whisky y un diazepan.

-Con el diazepán no hay problema, pero tendrás que
conformarte con una mistela.
-Me va bien.

Le serví ambas cosas y lo dejé sobre la hoja más carnosa que encontré. La mistela y el diazepán, sin antes comer algo, le podían sentar como un tiro.

Pasó el día lento y cargado de dudas. Uno no sabe si hace bien las cosas y nunca mide las consecuencias de sus actos.
Aquella noche soñé con caracoles gigantes que trepaban por mi cuerpo y me arrancaban los ojos. Amanecí con una jaqueca terrible. Lo primero que hice fue mirar si el caracol seguía allí. Efectivamente allí estaba, metido en su caparazón.
Pasó el tiempo y no salía al exterior. Al cabo de unos días volví a cogerlo entre mis dedos índice y pulgar. Lo giré lentamente y comprobé que dentro ya no había nadie. No sé si murió por la mistela, por el diazepán o simplemente murió de pena.
Nunca sabemos la consecuencia de nuestros actos.

viernes, 10 de junio de 2011

Primer tomate


Yo, Jordi Pla, en plena facultad de mis capacidades mentales, que no son muchas, declaro tener una tomatera en mi terraza y que en ella han brotado los primeros tomates.
El problema radica en que la tomatera está comprada por un euro en la tienda de los chinos frente a mi casa, y no tengo muy claro que los supuestos tomates sean comestibles o estén compuestos de poliestireno expandido (vaya; corcho blanco, para el que no entienda el tecnicismo).
El fruto tiene buen aspecto pero mi hipocondría no me permite hincarle el diente. Si algún valiente se atreve, le preparo mi primera ensalada casera, aunque el tamaño de los tomates no da ni para la Barbie, y menos si viene acompañada de Kent.
Seguiremos informando.

martes, 7 de junio de 2011

Las horas ociosas


Hay días frenéticos y días de sofá. En estos últimos, el ventilador del techo se convierte en un inexorable metrónomo, recuerdo de errores pasados y aciertos por venir. Aunque dice la tradición taoísta que “el fracaso y el éxito son los dos grandes impostores” siempre tendemos a valorar nuestros actos en función de sus resultados. Es el precio a pagar por vivir en esta civilización fascinada por la medición y la estadística, otros dos grandes fraudes. No olvidemos que la estadística es la ciencia que demuestra que si tu vecino tiene dos coches y tú ninguno, los dos tenéis uno.
Llueve en mi terraza pero en casa hace calor. Suena Van Morrison y aquí ando yo, observador incansable de los sorprendentes giros de la vida. ¿Qué me deparará el mañana? Las puertas están abiertas. Entra sin miedo. A tus pies tienes a este actor secundario que sólo pide humildemente su frase en el momento oportuno y tener la fortuna de no atragantarse al pronunciarla.

sábado, 4 de junio de 2011

Guille


Guille conserva ese acento tan atractivo de los uruguayos y argentinos. Y como ni a unos ni a otros gusta ser confundidos con los vecinos diré que Guille llegó de Uruguay a Ibiza hace tantos años que para mi es ibicenco. Y también diré que como a Ibiza y su horizonte azul eléctrico la considero como mi segunda casa, Guille forma parte de mi familia isleña.

Guille es de huesos largos, piel clara y conversación pausada, pero detrás de esa suavidad esconde el carácter férreo de los ajedrecistas, no en vano es un consumado competidor aunque él lo negará siempre. Yo, de hecho, todavía no me he atrevido a sentarme delante de un tablero con él enfrente. Mi orgullo de mal perdedor me lo impide.

No sólo compartimos el amor por el ajedrez. También compartimos el gusto por movernos en bicicleta, pero afirmo que él ama más el ajedrez y yo más las bicis. Las pasiones son así.
Largas han sido las noches de conversación bajo el algarrobo de nuestro común amigo, Pau. Allí he aprendido mucho de ellos y siempre espero que ellos se hayan llevado algo bueno de mi. Ambos son voraces lectores de poesía, una de mis cojeras confesables, y su lectura continuada ha convertido sus miradas sobre el mundo en ligeras aves de observación elevada e intelecto inconformista por conocer esquinas de difícil acceso si sólo caminas a ras de tierra. Pero detrás de la puerta de la belleza, en forma de poesía o en cualquier otra forma, siempre se escondo al menos un trozo de infierno. Guille lo sabe y aun así sigue atravesando esa frontera en la que algún demonio nos venda los ojos y nos empuja a un abismo del cual cada uno tiene su forma de salir…….o no.
No sé si conservo más retratos de gente de la isla pero si los encuentro irán apareciendo. Besos a todos.
Un abrazo, Guille.

jueves, 2 de junio de 2011

El infinito hacia abajo


Decía un amigo que le interesaba más el infinito hacia abajo que el infinito hacia arriba. Normalmente cuando pensamos en el concepto infinito imaginamos galaxias, agujeros negros y lejanas estrellas cuya luz todavía somos incapaces de ver, pero encontraremos un infinito, quizás tan inabarcable como éste, si pensamos en moléculas, átomos, protones, neutrones y quarks. Mis conocimientos de física cuántica son muy limitados, pero diría que el quark es la partícula más pequeña conocida. Vendría a ser como el planeta más lejano conocido, pero hacia abajo.
Todo esto en realidad es para hablar, aunque parezca mentira, de la ya famosa crisis del pepino español. Hasta hoy suman dieciocho los muertos por comer pepino (aunque últimas noticias ponen en cuestión que realmente sea esta hortaliza la causante del estropicio). En ella se ha encontrado una bacteria denominada e-coli que, por lo visto, es letal. Un bichito sólo visible a través del microscopio tiene a la población europea con el culo apretado.
Pero volviendo al tema de lo grande y lo pequeño, aun a riesgo de que este blog se parezca cada vez más a Barrio Sésamo, diría que cuando a veces hablamos de la muerte decimos eso de: “hay que vivir el presente, porque imagínate que ahora va y me atropella un autobús”. Pero nunca decimos: “hay que vivir el presente, porque imagínate que ahora va y me como una bacteria e-coli”. Es decir, nuestra imaginación siempre se dirige hacia lo grande, lo visible. Y es que la imaginación se nutre de lo conocido. Es posible que un científico sea capaz de soñar con la famosa bacteria porque la ha visto, la ha medido, la ha cuantificado, pero el común de los mortales (léase yo) antes me imagino chafado por un meteorito que habitado por una e-coli.
En resumen; la gente está palmando por un ejército invisible y eso me hace pensar en que no somos más que un conjunto de diminutas partículas que se han puesto de acuerdo temporalmente para formar un cuerpo y una mente. Ese cuerpo y esa mente, en mi caso se llaman Jordi Pla y tienen un DNI y una tarjeta de crédito y un bonobus Llegará un día en que esas mismas partículas sean convencidas por otras (bacterias, virus o lo que sea) para dejar de funcionar armoniosamente. A eso le llamamos enfermedad y muerte. En realidad es tan sencillo…