Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

lunes, 30 de mayo de 2011

La plaza pública










En Sevilla, que durante toda la democracia ha habido alcalde socialista, ha ganado el partido popular y su nuevo edil, como primera medida, ha decidido quitar el nombre del la calle dedicada a Pilar Bardem con la peregrina excusa de ser afín al PSOE. Empieza la fiesta.
Mientras unos albañiles ecuatorianos, subcontratados por una sopa de fideos, quitan la placa con el nombre de la actriz, Rubalcaba le pega cuatro puñaladas a la Chacón en una oscura esquina, se hace con las riendas del partido socialista y deja a la chiquilla desangrándose de pena. Mal Karma el de la Chacón.
Entre el enredo, el Presidente de la Comunidad Valenciana, Don Paco Camps, que hace tiempo perdió el juicio (perdón, la razón), declara nuevas patochadas ante un juez y dice que él no coge tiques de sus compras porque es un hombre libre. En fin…..
Y en mitad de la película resulta que todos los políticos están preocupadísimos porque el pepino español cotiza a la baja en los mercados europeos tras la muerte de unos alemanes, al parecer intoxicados con los dichosos pepinos.
Y hablando de mercados; la Agencia Moodys, que nadie sabe quién coño la forma, dice que los españoles nos tenemos que apretar más el cinturón, aunque a mucha gente ya no le quedan agujeros. De esa gente a la que no le quedan agujeros en el cinturón yo conozco a unos cuantos, pero a mi presidente del gobierno central, José Luís Rodríguez Zapatero, no parecen importarle una mierda y sonríe amable a los señores de la agencia Moodys mientras piensa en cómo ponernos de nuevo a cuatro patas, pero sin perder el glamour.
España se tiñe de azul y se mezcla con el anterior rojo desvaído adquiriendo un extraño tono granate prácticamente irreconocible.
Ortega Cano (el torero) se pega una piña en el coche y está en la UCI, lo que genera tanto interés en los medios de comunicación que le dedican más tiempo que a las consecuencias de la fuga nuclear de Fukushima. Y es que un torero español pesa más que todos los nipones muertos, incluidos los de Hiroshima.
En la Casa de la Caridad ya no hacen cola sólo los negros. Ahora comparten lentejas con tipos vestidos con un polo de Lacoste y eso a la gente le preocupa porque “chica Mari, ¿te has enterado de lo de Ramón? ; que la fábrica le ha hecho un ERE de esos y está en la calle, pero lo que es peor es que Amparín le ha dejado y lo vi el otro día en la cola del sitio ese donde dan de comer a los pobres, rodeado de inmigrantes.Estaba fatal. Tenía una mala cara…..”
Y así transcurren estos bonitos días del siglo XXI, entre pan duro y mal circo. Lo que me extraña es que no estemos todos en las plazas pidiendo a los políticos o a Dios padre por la capa de ozono, por los ciudadanos muertos de pena, por un poco de sensatez, por un poco de amor del de verdad, por un poco de autenticidad en las palabras, en los actos y en las miradas.
Pero la respuesta la tuve ayer en boca de una chica de unos 18 años que iba por la calle: “Es que esos son todos unos perroflautas y unos cerdos”.
Que me parta un rayo. Y yo sin darme cuenta!!!!!

domingo, 29 de mayo de 2011

miércoles, 25 de mayo de 2011

¿Qué es un buen retrato?


Dicen los historiadores del arte que no hay un buen retrato sin una buena mirada, pero en ocasiones, un detalle, un fragmento del cuerpo nos puede sugerir e incluso definir mucho mejor a la persona que tenemos delante. A mi siempre me ha gustado este retrato, que ha permanecido en mis archivos durante años y, si no recuerdo mal, ni siquiera la propietaria de esta cabeza lo vio en su día. Quizás ahora sea el momento adecuado.

Pintada callejera 01

domingo, 22 de mayo de 2011

Cadáver 6


Desde hace unos años se observan en determinados puntos de carreteras y calles, ramos de flores casi siempre artificiales. Éstos vienen a ser pequeños altares, pequeños recordatorios de alguien que tuvo algún accidente justo en ese lugar. Siempre que paso por ellos me pregunto quién pilotaba la moto (porque en mi mente siempre van en moto), en qué lugar trabajaban o qué estudiaban, quiénes eran sus padres, y sus hermanos.
A mi los ramos de flores artificiales siempre me han parecido una horterada, y creo que deben aumentar el dolor por la pérdida cada vez que el que lo colocó pase por allí.
En cuestión de rituales el ser humano es muy particular y no seré yo el que diga lo que cada uno debe hacer, pero si nos dedicáramos a poner flores de plástico en cada lugar donde a uno le dio un infarto, un derrame o le dejó la novia (forma sutil de muerte), las ciudades se convertirían en auténticos nichos. Aunque pensándolo bien, nuestras ciudades ya se parecen bastante a fosas comunes.

sábado, 14 de mayo de 2011


Frente a la burda y fea realidad, frente a los políticos torpes, los poetas cobardes y las masas informes, tan sólo nos queda la belleza de las pequeñas cosas, la armonía cotidiana del gesto imperceptible, el ahogado trino del pájaro en un atasco, el color del té por las mañanas.

Los actos poéticos


Hace unas semanas, aprovechando las fiestas de Pascua, fui con mi amiga Nuria a Tarragona con la intención de visitar una serie de monasterios y también a algún amigo suyo que vive por la zona. La serie fotográfica de los monasterios, titulada “El silencio”, ya la podéis visionar en mi web (www.jordipla.es), aunque más adelante publicaré alguna entrada aquí contando las sensaciones que allí se produjeron.
Pero esta entrada trata sobre la visita al Virgili, una pequeña localidad donde vive un buen amigo de Nuria en medio de la montaña. Allí trabaja en sus creaciones pictóricas, culinarias, filosóficas, cinematográficas y yo diría, vitales. La llegada transcurrió apaciblemente. Tomamos un té japonés y hablamos de los temas intrascendentes de los que hablan las personas que acaban de conocerse. El entorno era agradable y la conversación suave. Al acabar el té nos propuso caminar por los terrenos donde tiene la huerta, los animales, los algarrobos y algunas telas a la intemperie, cuya pintura se va transformando por la acción de la naturaleza. El sol caldeaba sin llegar a quemar. Nos enseñaba sus obras con el orgullo del que ama lo que hace. En un momento determinado llegamos hasta un lugar donde se produjo, para mi, el acto poético del día. Se trataba de un gran algarrobo, bajo el cual había una mesa de piedra. A la mesa le llamaba “la mesa de los sabios” y me recordó un poco a la tabla redonda de los templarios. Allí la conversación empezó a elevarse; la vida, la muerte, la reencarnación, Dios, las moléculas y la física cuántica. Era interesante ver a tres personas hablando sobre estos temas sin la pretensión de sentar cátedra, respetando el ritmo del otro y, sobre todo…escuchando; un bien muy preciado por lo difícil de encontrar.
Sobre la mesa había un recipiente de barro y en su interior un puñado de caparazones de caracoles muertos.
No sé si fui yo el que preguntó o si fue él quien se adelantó. El caso es que esa
pieza,que a mi me parecía de una delicadeza extrema, no se sabía de quién era. Desde hacía unos meses, alguien iba colocando cada cierto tiempo, caracoles muertos en ese lugar. Me conmovió tanto que alguien fuera construyendo aquel pequeño altar, como que el amigo de Nuria disfrutara de su evolución sin querer saber de quién se trataba. Le pedí permiso para fotografiarlo porque me parecía sacrílego hacerlo sin consultarlo.
Sin duda, se estaba gestando una nueva amistad alrededor de aquella mesa.
Después el día transcurrió ligero y amable, con comida y siesta incluidas. Al anochecer volvimos a subir al coche, no sin antes despedirnos con la certeza de un nuevo encuentro.
Probablemente cuando Dios concibió el paraíso pensó en un día así.

jueves, 5 de mayo de 2011

Objetos encontrados 04


Hace unos días, revolviendo en el pasado, buscando no sé muy bien qué (una raíz, un respiro o una pausa), apareció la caja metálica donde mi abuelo guardaba su maquinilla de afeitar, probablemente la única que tuvo en toda su vida. También la maquinilla, como la caja que la atesoraba, era metálica, pensada para durar eternamente, como antes se hacían las cosas, para siempre. Junto a la maquinilla, sus cuchillas perfectamente ordenadas y yo diría, todavía útiles. Antes un hombre tenía una pluma para siempre, un coche para siempre y una maquinilla para siempre. Hoy firmamos documentos con bolígrafos prestados para la ocasión, los coches tienen una vida útil de ocho años y nos afeitamos con cuchillas de un solo uso.
Una pieza más para la colección de objetos encontrados.

martes, 3 de mayo de 2011

Objetos encontrados 03


A veces,en las puertas de los colegios,los chavales pierden cosas. Me gusta que en estos tiempos,el lápiz siga siendo útil.