Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

martes, 26 de julio de 2011

Los seguros médicos


Nunca he creído demasiado en los médicos aunque reconozco que en una ocasión uno me salvó la vida (y hay días que no sé si agradecérselo o partirle la cara). Por otro lado no sabría decir si confío menos en la medicina privada o en la pública. Cada una tiene su abismo particular.
Hace un tiempo me rompí el menisco y el ligamento cruzado de la rodilla izquierda. Como después de un año y medio la medicina pública no me había operado y el dolor iba cada vez a más, me di de alta en una compañía privada para así quitarme el problema de en medio. Sólo diré que la rodilla quedó bien aunque más adelante han surgido una serie de problemas, en los que no voy a entrar, que me han demostrado la gran estafa que hay montada alrededor de este tipo de seguros. De momento os muestro el folleto que cogí el otro día en las oficinas centrales de la compañía en cuestión y que me hizo pensar: “¿se me estará quedando la misma cara de gilipollas que el colega de la foto?” Por si es así, lo que hice fue darme de baja en ese mismo instante. La señorita del mostrador no me entendió, ni yo pretendí en ningún momento que lo hiciera. Es posible que el tipo de la foto se parezca a su novio o a su padre. Ni lo sé ni me importa. Si os fijáis bien en el rostro del amigo, veréis un rictus como si alguien le obligara a sonreír mientras otro, fuera de plano, le hace un tacto rectal. ¿Será una metáfora visual de lo que nos están haciendo a todos nosotros?

sábado, 23 de julio de 2011

Cadáver 9 (Amy Winehouse)



Hoy han encontrado el cadáver de Amy Winehouse en su casa de Londres.
A mi me encantaba esta chica y no hablo sólo de su voz, hablo de ese espíritu sufriente que regó su dolor con tanta química como para matar un bisonte. Y es que siempre me han seducido las personas que no ocultan lo que sienten y que se cagan en la vida delante de la prensa, del presidente del gobierno de turno o del mismísimo papa de Roma. Me gustaba como bebía vino tinto en sus conciertos hasta desafinar como un acordeón tiroteado, me gustaba su delgadez de zombi, sus ojos negros, su boca de volcán y sus dientes de caballo. Era una fea tan guapa que daba gusto verla a punto de romperse sobre el escenario.
Su disco “Back to black” es un tránsito por su alma torturada y puro soul sin florituras ni bailecitos horteras. Ella se movía poco, ya ponían las coreografías ese par de negros maravillosos que le hacían los coros.
Tenía 27 años y una carrera musical fugaz como una estrella. Nunca sabremos cómo hubiera sonado su próximo disco, aunque conociendo a las discográficas, no me extrañaría tener un “grandes éxitos” junto con temas inéditos próximamente en el mercado. La vida pasa, el dólar permanece.

viernes, 15 de julio de 2011

Ópera Prima




Corría el año 85.
Yo tenía las mismas dosis de amor y de odio en mi corazón.
Estudiaba filosofía pero Platón y Descartes no explicaban la bruma de mi calle.
Conseguí un pase de prensa clandestino para el festival de cine de San Sebastián.
Le robé la cámara de fotos a mi padre y me lancé a la carretera.
Me recogió un malabarista francés del que aprendí las enseñanzas del silencio,
una familia árabe que me enseñó a viajar llevando contigo el olor del hogar y
un arquitecto alemán que me daba un buen dinero por pasar la noche en un motel. Con éste aprendí a esquivar las insinuaciones y a dormir bajo las estrellas cuando me tiró del coche.
Español no me recogió ninguno.

El amanecer de San Sebastián me recibió con musgo y bañistas trasnochados.
El pase de prensa me garantizaba la entrada gratis a todas las proyecciones y también la sonrisa de las azafatas.
Me instalé en un albergue juvenil donde compartí litera con un trotamundos canadiense que cantaba a Dylan y tocaba la harmónica como little Walter.
Comía una vez al día y bebía cerveza de lata.

Me convocaron a un pase de prensa donde estaría una gran estrella. A mi no me importaba tanto quién era como los canapés que serían mi segunda comida, pero llegué al recinto y allí estaba ella, brillante como un lago a medio día y distante como la buena suerte. Caminaba suave y movía el cuello lentamente. Respondía a las preguntas elegante y hermética. Los flashes estallaban como bombas en la CNN. Introduje mi delgadez en una maraña de cuerpos apelmazados, hasta hacerme un hueco desde donde disparé la que considero mi ópera prima de reportero. Como fotografía no es muy buena pero tiene más alma que muchos trabajos posteriores.

Vi todas las películas de la sección oficial.
Las hubo mejores y peores. Destacó una sobre las demás. Se titulaba “Yesterday”. Hablaba de un grupo de chavales que querían ser los Beatles en la Polonia comunista. Por entonces la caída del muro todavía era un sueño y la guerra fría eran armas calientes.
La película ganó el primer premio y yo me gané una foto con la firma de la protagonista, de la cual me había enamorado desde el primer minuto.

San Sebastián me despidió con musgo y bañistas.
Yo volví a Valencia algo más libre y salvaje.

Hoy para comer.....

martes, 12 de julio de 2011

Houston (Texas)

Lucía


Las alas de Lucía son tan frágiles y sus vuelos tan breves
que siempre busca ramas donde pararse a respirar.
A veces, levemente se posa en mi casa, regando mi espacio
con su polen de sonrisa cristalina.
Lucía tiene una pistola con balas de plata, un gato sin cascabel,
un cheque en blanco, una billetera encontrada, una caligrafía torcida
y un pasaporte sin sellos.
A Lucía le falta el oxígeno, le sobran las ganas, le duelen las penas
y le queda una vida por vivir, una herida por sanar y varias muertes por morir.

domingo, 10 de julio de 2011

Cadaver 7 (la caza)



Había sido un buen día. Para celebrarlo cenaba un kebab tamaño familiar sin picante pero con doble de yogurt. Tenía tanto relleno que era imposible comerlo con las manos sin que te goteara en los pantalones. Para completar la noche había alquilado una película para descerebrados.
No recuerdo cuál pero pongamos que era alguna secuela de “La jungla de cristal” donde Bruce Willis dispara a diestro y siniestro para salvar al mundo de una hecatombe nuclear. La cosa prometía.
A mitad cena y cuando el Willis le partía la cara a uno de los malos como quien no quiere la cosa, veo como un ratón entra caminando con parsimonia por el pasillo y se cuela detrás del mueble del televisor.
Para el que no lo sepa, detesto a los roedores. Y digo los roedores porque, además de ratas y ratones, tampoco soy amigo de ardillas, hamsters, musarañas e incluso nutrias que, aunque es un marsupial, tiene dientes de roedor. De las nutrias me gusta su destreza nadando pero no me acercaría a una ni en pintura.

El puto ratón me había estropeado la noche, eso estaba claro.
Tenía dos opciones: Hacía como si no pasara nada, seguía cenando y viendo si la ciudad de Houston volaba por los aires o iba a la caza del bicho.
La primera era la más cómoda pero me resultaba imposible seguir comiendo mientras super-ratón mordía los cables del equipo.

-Vale – pensé – tú eres un ratón y yo un humano. Tienes todas las de perder.

Es el típico pensamiento al que denomino “pensamiento Tarzán”, no por mi constitución física sino porque me recuerda a cuando Johny Weismuller le decía a Chita:

-Tú Chita, yo Tarzán.

Siempre me pareció un poco prepotente. Y es que Tarzán es un personaje por el que no tengo ninguna simpatía. De pequeño sí me gustaba, pero hubo un momento en el que pensé en la historia de ese niño, John Clayton; un blanquito hijo de alta cuna, futuro conde de Greystoke, perdido en la jungla tras la muerte de sus padres, criado por un grupo de monos, convirtiéndose con el paso del tiempo en el rey de la selva, dominador no sólo de los monos que le salvan la vida sino también de los negros y de la chica (Jane), que se cae de culo cuando lo conoce. Vaya; que Tarzán se convirtió en un icono de la supremacía blanca del siglo XIX, en plena colonización del continente africano y eso me jode.

Pero volviendo al tema que nos ocupa; me fui a la terraza a por la escoba para sacar a golpes al invasor. Con un movimiento ágil y preciso separé el mueble de la pared. Allí había una maraña de cables que dificultaba mucho la tarea. Me concentré e intenté divisar alguna zona de pelo.

-Maldito cabrón; eres ratón muerto. Ten en cuenta que acabo de aprender las técnicas de Bruce Willis para pulirse a los malos.

Allí no había nadie. Seguro que había aprovechado mi salida a la terraza para buscar un lugar más seguro.
Me di por vencido, aunque eso no suponía que había terminado la guerra. En toda batalla hay momentos de paz.
Continué viendo la película pero ya no comí más kebab.
Las balas silbaban en la pantalla, Houston seguía en peligro y la supremacía americana estaba en cuestión. La mujer del protagonista había sido secuestrada, su mejor amigo había muerto, todo parecía perdido cuando por el rabillo del ojo izquierdo vi como el ratón, que se había ocultado detrás de la nevera, daba un saltito y se situaba debajo del fregadero de la cocina. Ahora sí que la había cagado. Estaba acorralado y yo tenía el arma definitiva: El auténtico “SUPER ROE-GLUE”!!!!!, una cola inodora en la que el animal iba a quedar pegado.
La utilización del super roe-glue es sencilla; coges un cartón u otro tipo de superficie plana mínimamente consistente, derramas en ella la cola y colocas un reclamo alimenticio en el centro del mejunje. Yo elegí como soporte una baldosa vieja y, a falta del típico queso, unos trozos de nuez. Los situé estratégicamente y puse algunos objetos que obstaculizaban la salida de debajo del fregadero, dejando como única opción tan solo la zona de la baldosa- trampa.
Acabé de ver la película. Para el que le interese, el héroe salva a toda la ciudad, deja en buen lugar a los americanos, rescata a su mujer y no resucita a su amigo porque hubiera sido un exceso (aunque al guionista no le faltaron las ganas).
Me fui a dormir con la seguridad de tener a mi presa en la trampa.
Los resultados ya los habéis visto. Lo siento por aquellos lectores más aprensivos pero una imagen vale más que mil palabras (que son, seguro, las que llevo escritas).
Hasta la próxima cacería.

lunes, 4 de julio de 2011

Politic Kills (la política mata)



El otro día vino mi amiga Mariví a comer a casa. Preparé un arroz con sepia, setas y espárragos trigueros. La cosa salió bien. Se me fue la mano con la sal pero pudimos resolverlo con dignidad. Buen vino, buena conversación y buena siesta en las dos hamacas que cuelgan en la terraza.
Dormitábamos mientras un vecino con evidentes síntomas de sordera escuchaba el debate sobre el estado de la nación. Es curioso que haya que debatir el estado de la nación.¿Quieren saber el estado de la nación? Eso ya se lo digo yo: Está la cosa “mu malamente”.
Los políticos no paraban de hablar con esa engolada voz de político. Escuchar evidencias y patrañas no facilita el sueño porque te sube la adrenalina, la bilirrubina y la mala leche.
En un momento dado llegó el turno de este calvete de oratoria fina y gramática parda al que, hasta ese momento, respetaba bastante por su mesura y su agudeza. Y digo respetaba porque siempre llega un día en que la realidad te pega un revés y te saca de la ensoñación para situarte bruscamente en la realidad. Y la realidad es que los políticos viven a años luz de la calle, de la gente, de ese término tan grandilocuente: el pueblo. Confunden la nación, la patria y el estado con un territorio geográfico similar a una piel de toro (vaya mierda los toros, por otro lado), cuando la nación, la patria o el estado, si es que son algo (habría que debatirlo), son las personas que sobreviven y las pasan canutas en el día a día.
Pues hablaba el señor calvete sobre el paro en España y lo comparaba con el paro en el resto de Europa en los siguientes términos (intentaré ser lo más ajustado al discurso):

- “Porque señor Zapatero: no trate de convencernos de que la situación española es igual a la de otros países de nuestro entorno. No podemos permitir que el paro llegue a más del veintiuno por cien de la población. Observe a su alrededor: Alemania no llega al diez por cien de paro, en Francia ocurre un tanto de lo mismo, por no hablar de Holanda que tiene el índice ideal de paro; el cuatro por cien.”

En este punto salté de la hamaca y estuve a punto de dejarme los dientes en el suelo. Aquello ya no era soportable. Presten ustedes atención a la última frase: “el índice ideal de paro es el cuatro por cien”. Posiblemente el señor Durán i Lleida no tenga a nadie de su familia en ese tanto por cien, porque de lo contrario no hablaría con tanta ligereza sobre los índices ideales de estar en la mierda.
Señor Durán: si hay un índice ideal de paro, ese es cero!!!! No sea usted tan inconsciente, hipócrita y cabrón. Algunos ciudadanos no estamos sordos ni anestesiados.
Yo me pregunto, señor Durán: ¿cuál es el índice ideal de hostias que es capaz de recibir un político? ¿Acaso son cuatro? Podríamos negociarlo. ¿Le parece?