Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

viernes, 15 de julio de 2011

Ópera Prima




Corría el año 85.
Yo tenía las mismas dosis de amor y de odio en mi corazón.
Estudiaba filosofía pero Platón y Descartes no explicaban la bruma de mi calle.
Conseguí un pase de prensa clandestino para el festival de cine de San Sebastián.
Le robé la cámara de fotos a mi padre y me lancé a la carretera.
Me recogió un malabarista francés del que aprendí las enseñanzas del silencio,
una familia árabe que me enseñó a viajar llevando contigo el olor del hogar y
un arquitecto alemán que me daba un buen dinero por pasar la noche en un motel. Con éste aprendí a esquivar las insinuaciones y a dormir bajo las estrellas cuando me tiró del coche.
Español no me recogió ninguno.

El amanecer de San Sebastián me recibió con musgo y bañistas trasnochados.
El pase de prensa me garantizaba la entrada gratis a todas las proyecciones y también la sonrisa de las azafatas.
Me instalé en un albergue juvenil donde compartí litera con un trotamundos canadiense que cantaba a Dylan y tocaba la harmónica como little Walter.
Comía una vez al día y bebía cerveza de lata.

Me convocaron a un pase de prensa donde estaría una gran estrella. A mi no me importaba tanto quién era como los canapés que serían mi segunda comida, pero llegué al recinto y allí estaba ella, brillante como un lago a medio día y distante como la buena suerte. Caminaba suave y movía el cuello lentamente. Respondía a las preguntas elegante y hermética. Los flashes estallaban como bombas en la CNN. Introduje mi delgadez en una maraña de cuerpos apelmazados, hasta hacerme un hueco desde donde disparé la que considero mi ópera prima de reportero. Como fotografía no es muy buena pero tiene más alma que muchos trabajos posteriores.

Vi todas las películas de la sección oficial.
Las hubo mejores y peores. Destacó una sobre las demás. Se titulaba “Yesterday”. Hablaba de un grupo de chavales que querían ser los Beatles en la Polonia comunista. Por entonces la caída del muro todavía era un sueño y la guerra fría eran armas calientes.
La película ganó el primer premio y yo me gané una foto con la firma de la protagonista, de la cual me había enamorado desde el primer minuto.

San Sebastián me despidió con musgo y bañistas.
Yo volví a Valencia algo más libre y salvaje.

1 comentario:

  1. Yo conseguí el mismo pase que tú en el 88. Aunque compre un billete a Bilman Bus y alquilé una habitación en una pensión. Si te enseño las fotos alucinas :-)
    Un saludo.

    ResponderEliminar