Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

martes, 26 de julio de 2011

Los seguros médicos


Nunca he creído demasiado en los médicos aunque reconozco que en una ocasión uno me salvó la vida (y hay días que no sé si agradecérselo o partirle la cara). Por otro lado no sabría decir si confío menos en la medicina privada o en la pública. Cada una tiene su abismo particular.
Hace un tiempo me rompí el menisco y el ligamento cruzado de la rodilla izquierda. Como después de un año y medio la medicina pública no me había operado y el dolor iba cada vez a más, me di de alta en una compañía privada para así quitarme el problema de en medio. Sólo diré que la rodilla quedó bien aunque más adelante han surgido una serie de problemas, en los que no voy a entrar, que me han demostrado la gran estafa que hay montada alrededor de este tipo de seguros. De momento os muestro el folleto que cogí el otro día en las oficinas centrales de la compañía en cuestión y que me hizo pensar: “¿se me estará quedando la misma cara de gilipollas que el colega de la foto?” Por si es así, lo que hice fue darme de baja en ese mismo instante. La señorita del mostrador no me entendió, ni yo pretendí en ningún momento que lo hiciera. Es posible que el tipo de la foto se parezca a su novio o a su padre. Ni lo sé ni me importa. Si os fijáis bien en el rostro del amigo, veréis un rictus como si alguien le obligara a sonreír mientras otro, fuera de plano, le hace un tacto rectal. ¿Será una metáfora visual de lo que nos están haciendo a todos nosotros?

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