Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

martes, 7 de junio de 2011

Las horas ociosas


Hay días frenéticos y días de sofá. En estos últimos, el ventilador del techo se convierte en un inexorable metrónomo, recuerdo de errores pasados y aciertos por venir. Aunque dice la tradición taoísta que “el fracaso y el éxito son los dos grandes impostores” siempre tendemos a valorar nuestros actos en función de sus resultados. Es el precio a pagar por vivir en esta civilización fascinada por la medición y la estadística, otros dos grandes fraudes. No olvidemos que la estadística es la ciencia que demuestra que si tu vecino tiene dos coches y tú ninguno, los dos tenéis uno.
Llueve en mi terraza pero en casa hace calor. Suena Van Morrison y aquí ando yo, observador incansable de los sorprendentes giros de la vida. ¿Qué me deparará el mañana? Las puertas están abiertas. Entra sin miedo. A tus pies tienes a este actor secundario que sólo pide humildemente su frase en el momento oportuno y tener la fortuna de no atragantarse al pronunciarla.

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