Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

domingo, 28 de febrero de 2010

Cocinar para otros


Yo no sé cocinar. No saber cocinar no es equivalente a morir de inanición,de hecho aquí me tenéis, vivito y coleando,escribiendo esta crónica dominguera. Además nuestra sociedad ofrece un millón de caminos para llenar el buche glotonamente a cualquier hora del día. ¿Quién no ha pedido una pizza hut a las tantas o se ha largado en una noche de insomnio a comprar un magnum doble de chocolate en una gasolinera? Digamos que en esta sociedad morir de hambre no se considera ni como opción. Si yo iniciara hoy mismo una huelga de hambre como protesta por la caza indiscriminada del ornitorrinco moteado en la baja Anatolia,inmediatamente tendría dos ATS en el salón de casa inoculándome un gotero con suero fisiológico mientras un asistente social y un psicólogo tratarían de convencerme de que el ornitorrinco moteado no es de mi incumbencia. Así son las cosas,amigos.
Pero este artículo no pretendía hablar del ornitorrinco moteado,ni siquiera del común. Es más;en Anatolia no hay ornitorrincos. Este artículo quiere demostrar que un ignorante de la cocina(y de otras muchas cosas)como yo,puede aprender a preparar platos suculentos. La clave del asunto es el amor. Y no hablo de esa expresión tan cursi de :"El ingrediente más importante es el amor". Estoy hablando de que es más fácil,para un lobo estepario como yo,esmerarse para los amigos y familiares que para uno mismo. Cuando uno vive en soledad demasiado tiempo le atenazan sobre todo dos males: La egolatría y la indolencia. Es ésta última la que te lleva a alimentarte de latas y platos precocinados,envasados al vacío. Al vacío existencial,añadiría yo.
Es por todo esto por lo que he decidido que si no aprendo a cocinar por amor a mi propio ser,lo haré por amor a los demás.
A mi casa vienen los amigos y amigas buscando a veces refugio para las penas,algo de escucha,una buena conversación,sentido del humor,un té caliente,dos oídos que le escuchen y dos ojos que les miren con atención pero,de momento,nadie me ha pedido un plato de lentejas. Pues llegó el momento. Y como me gustan los retos he empezado por los arroces. Tras tomar buena nota de cómo mi amigo Jordi preparaba el otro día un arroz caldoso de bacalao y coliflor he empezado a investigar en el asunto. Lo primero fue una copia de ese arroz primigenio para,más tarde,comenzar a improvisar con distintos elementos. Este trayecto por el que he avanzado a una velocidad inusitada me ha hecho llegar a la paella de brócoli,setas y sepia. Desde este instante ha de saber el lector que en mi hogar no sólo encontrará alimento para el espíritu sino también alimento para el cuerpo. La única condición es que nadie se lo cuente a Ferrán Adriá,no vaya a ser que me deconstruya el invento,lo meta en nitrógeno líquido y finalmente le dé un acabado caramelizado.
Es broma.Ferrán,estás invitado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario