Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

jueves, 19 de agosto de 2010

Nuria y la muerte


Mi amiga Nuria tiene un tipo de lucidez tan brillante que se asemeja a la ofuscación.
Ya sabemos que las cosas nos sólo no son lo que parecen sino incluso, muchas veces, son lo contrario.
De esta manera, cuando uno es joven se cree inmortal y eso que normalmente está medio muerto, mas cuando uno ya es adulto, si ha sabido escuchar las pequeñas enseñanzas cotidianas, certifica su indudable mortalidad y paradójicamente se siente más vivo que nunca aunque los órganos no respondan como él quisiera.
Nuria lleva años persiguiendo a la muerte. Entiéndaseme bien; no es que mi amiga busque morir (y menos ahora que está más viva que el resto de sus días pasados) sino que busca a la muerte en su representación artística. No sería justo si dijera que busca exclusivamente la muerte (también rastrea en la fertilidad, la lactancia y los recovecos más oscuros de esta religión que nos vio nacer y nos verá morir). Pero es cierto que la muerte y su representación ocupan gran parte de su activa mente (más activa que la media nacional y mucho más activa de lo que ella quisiera).
Hace poco volvió de un viaje a Sicilia (a Palermo concretamente). Ella sabía que ese viaje iba a ser importante en su vida, por motivos que aquí no vienen al caso, lo que ignoraba es el cúmulo de revelaciones posteriores que acompañarían al conocimiento de esa isla de belleza primigenia y salvaje.
Posiblemente el encuentro más demoledor de cuantos tuvo en la isla fue las catacumbas de los capuchinos (fotografía que ilustra esta entrada). Miles de calaveras ordenadas por profesiones, por clases sociales, por edades estaban allí
expuestas como recordatorio de lo que, sin duda, tarde o temprano seremos.
A mi también me persigue la muerte. Entiéndaseme otra vez; espero no morir hoy, sobre todo porque he quedado para ir a la filmoteca. Me refiero a que me persigue el pensamiento a cerca de la muerte. Recuerdo muy bien cuando murió mi abuelo, el padre de mi madre. Yo tendría diez años. Aquello tuvo un efecto devastador para la familia pero yo, como cualquier niño, lo olvidé rápido volviendo, como quien no quiere la cosa, a mis ensoñaciones cotidianas.
La muerte que me transmutó en plenamente humano arrancando lo poco de inmortal que todavía albergaba en mi, fue la muerte de mi padre.
Pero he perdido el hilo (es habitual). El caso es que a su vuelta de Sicilia nos vimos mi amiga y yo una gran película: “Palermo Shooting”, de Wim Wenders. La recomiendo a todo aquel que esté interesado por el tema de la muerte o simplemente a aquellos que améis el cine. Empezaría ahora una disertación sobre la película pero esta entrada iba a convertirse en algo demasiado largo. A la próxima.
Chau.

1 comentario:

  1. Creo que a nadie le he dicho más cosas que a tí, pero hoy, como ayer, seré parca. Como la Parca. Gracias por tus hermosas palabras. Gracias por enseñarme a mirar la muerte y por mirarla conmigo. Y sobre todo, y por encima de todo, gracias por no dejarme morir. Un beso.

    ResponderEliminar