Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

jueves, 5 de agosto de 2010

La imaginación


Parece ser que el talento para imaginar pertenece al ser humano.
Nunca he estado en la piel de un lobo, de un saltamontes o de una zarigüeya (al menos en esta vida. Las anteriores, si existen, no las recuerdo) pero me temo que esos seres no tienen el poder de imaginar, tan sólo tienen la existencia, que ya es suficiente.
La imaginación es un don exquisito y sutil, poco desarrollado e incluso infravalorado en determinadas ocasiones.
“Este niño tiene mucha imaginación”- más de uno habrá escuchado en el desértico trayecto de su infancia. Como si esa capacidad fuera un impedimento más que una ventaja para el futuro incierto que a todos nos espera.
Yo lo niego. Yo creo en la imaginación como la base sobre la que construir nuestros deseos, nuestros sueños, nuestra felicidad. La felicidad primero hay que imaginarla para más tarde construirla. ¿Alguien puede pensar en un arquitecto que diseñe una casa sin imaginarla previamente?,¿Puede entonces alguien pensar un futuro no soñado con anterioridad? Después la realidad ya se encargará de poner los obstáculos necesarios para que la materialización del sueño sea más sólida. Sin esfuerzo la realidad pierde su valor. Pero el esfuerzo no requiere de tensión. Toda tensión es reflejo de la desconfianza en la vida y en uno mismo. Los sueños se construyen con ligereza, como un ave que aprovecha las corrientes para no tener que agitar sus alas.
Desde hace un tiempo pienso que el movimiento natural del ser humano es el vuelo, lo que sucede es que se nos olvidó. Si nos fijamos en la forma de nuestros omóplatos (esos huesos planos alojados en nuestra espalda) tienen una cierta forma de alas. Unas alas sólidas, faltas de movilidad. Alguna vez quedaron adheridas a nuestras costillas. Quizá el día que el hombre temió ser libre, el día que el hombre comió del árbol de la ciencia. La libertad muchas veces se parece más a un horizonte vacío que a un presente fértil. Yo he conocido ambos y mis días van mutando de lo ridículo a lo sublime a cada nota de una canción. Ya probé el veneno de la autocompasión. Hoy elijo el elixir de una mirada limpia.

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