Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

jueves, 29 de marzo de 2012

29-M. La manifestación.




29-M. Acabo de llegar de la manifestación. He caminado entre la gente escuchando música en mi MP3. Me gusta poner banda sonora a los acontecimientos multitudinarios, acaso por mi mezcla de claustrofobia, agorafobia y “antropofobia”. Sonaban los “Manel”, el grupo catalán con el que tengo fijación los últimos meses.
Muchos miles de personas agitaban banderas y gritaban eslóganes. Algunos incluso, con sus instrumentos musicales, formaban charangas donde animadamente tocaban marchas moras y temas del folclore local. Niños y niñas correteaban, viejos sindicalistas debatían y jóvenes libertarios, sospechosamente parecidos al “Che”, fumaban en una esquina. Una mujer con sobrepeso merendaba un bocadillo de sobrasada mientras escribía un mensaje en su móvil. Un helicóptero de la policía nos vigilaba desde el cielo. Lo he seguido con la mirada, lo que me ha hecho observar algunas piezas arquitectónicas de mi ciudad con ojos de turista y he pensado, por un momento, con el sol de media tarde acariciándome el rostro, que el lugar donde habito es un lugar amable.

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