24 DE DICIEMBRE:
Dicen que hace 2000 años
nació un tipo dispuesto a dar su vida para salvarnos a todos los ignorantes y
concedernos la vida eterna.
Hoy, millones de personas,
para celebrar aquel evento, se reúnen en torno a mesas familiares para ponerse
como cerdos y aumentar su tasa de colesterol hasta niveles alarmantes. Da lo
mismo; hoy está todo permitido. En el día a día, muchas de esas personas, se
darían de puñaladas, pero esta noche ofrecerán la mejor de sus sonrisas, hasta
que el vino tinto haga su efecto y de la sonrisa pasen al insulto más garrulo
que podamos imaginar.
Adelante señoras y señores;
entren en este pasaje de terror. Regalen corbatas floreadas y pendientes de
plata. Amarren su cólera y disimulen su disgusto, que mañana todavía les queda
otra comilona, y otra el fin de año, y otra el 5 de enero. Descuiden sus
intestinos y su moral, que ya empezarán el régimen a principios de año.
Disimulen, disimulen. Estamos en la era de la gran ficción. Cumplan su papel
con disciplina. No se rebelen. La rebelión les condenará a un ostracismo feroz,
al rincón más oscuro del olvido. Pónganse sus mejores galas y sonrían. Sonrían
mucho. Hasta descoyuntar sus mandíbulas. El bien general requiere del
sacrificio individual. No nos amarguen la fiesta, por favor. Sus lágrimas y su
dolor pueden esperar hasta enero, ¿no creen?
Yo, de momento, empiezo el
día con un desayuno ligero a base de aguacate y zumo de pomelo, mientras de
fondo suena Russian Red con su voz de cristal y sus ritmos popis. Es mejor
desengrasar antes del gran atracón. Y esta noche, como decían los curas en el
colegio, “que dios nos pille confesados”.
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