Según el telediario, anteayer a las cinco menos diez de la tarde llegó el otoño. Así, sin previo aviso, a quemarropa. Siempre me ha llamado la atención la exactitud con la que los humanos determinamos la llegada de las estaciones. La vida fluye tan suave y ligera y nosotros tenemos tanta tendencia a la medición y la exactitud que no me extrañan tantos dolores de cabeza y de cervicales. El caso es que con el fin del verano dejaremos de ver chicas bonitas en la playa, pero las veremos con sus gorros de lana y sus bufandas caminar por las calles, protegiéndose de la lluvia bajo las cornisas de los edificios. A mi me gusta el otoño. Disfrutaré los próximos tres meses de él hasta que un día cualquiera, sin previo aviso, a quemarropa, a las cinco menos diez de la tarde, me anuncien que ha llegado el invierno.
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