Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

domingo, 22 de abril de 2012

Comienza el mundial

Acaba de empezar el mundial de motos 2012. Lo reconozco; me gusta, lo disfruto. Veintitantos jovencitos adrenalínicos se van a partir la cara por cruzar el primero la línea de meta subidos a unos potros desbocados. Lo sé; resulta obscena e innecesaria una competición que cuesta unos millones que podrían estar dirigidos a paliar el hambre en el cuerno de África o a investigar sobre la curación del cáncer de páncreas. Pero no puedo negar que cada domingo estaré pegado a la pantalla del televisor para sorprenderme cuando esas máquinas se pongan a más de trescientos kilómetros por hora y tracen curvas imposibles. El año pasado, como consecuencia del riesgo y la velocidad, murió Marco Simoncelli, un piloto por el que no sentía mucha simpatía. Su pilotaje al límite trajo como consecuencia varios accidentes de otros pilotos que sufrieron, en ocasiones, graves fracturas. A él le supuso la muerte. Más allá de la agresividad de su estilo, jamás le desee su fatal desenlace. Ni siquiera le deseé el más mínimo rasguño. Este año le echaré de menos. El día de su muerte Televisión Española le dedicó una canción de su cantante favorito; Jovanotti, este tipo larguirucho y hortera, pero de una vitalidad envidiable que nos dice: “El más grande espectáculo, después del big bang, somos nosotros”. Que rujan los motores, que latan fuerte los corazones. El mundial ya está aquí.

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