Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

sábado, 24 de diciembre de 2011

Elogio de la danza

A mi no me gusta el fútbol. De niño, en mi casa no se veían muchos partidos. Mi padre, a diferencia de mis tíos y algunos amigos de la familia, no era muy futbolero. Eso no quiere decir que no nos pegáramos al televisor en alguna final de champions o en los partidos del mundial, pero era más un acto de pertenencia a un colectivo que prendía una momentánea mecha patriótica, que un disfrute del juego. Nunca entendimos de tácticas y me costó años comprender lo que era un “orsai”. Hoy en día sigo sin entender sobre este deporte que mueve pasiones e incendia los corazones, aunque he de confesar que, desde que Pep Guardiola entrena al Fútbol Club Barcelona, no me pierdo ni uno de sus enfrentamientos. Me da igual que el contrincante sea el Manchester o el Antequerano. Por lo tanto, más que futbolero, me declaro barcelonista y, más concretamente, guardiolista. La forma de jugar de este equipo se parece más a la danza que a ese deporte tosco y brutal que practican otros conjuntos. Admiro la sutileza de Xavi, el genio de Messi, el tacto de Iniesta, la contundencia de Puyol, Busquets y Piqué, la seguridad de Valdés, la potencia de Alves. Además, y supongo que como consecuencia directa, me he vuelto un enemigo feroz del madridismo (del Real Madrid, no del “aleti”). No soporto la gomina de Ronaldo y la mala educación de Mourinho. Con lo que me gusta Portugal y los portugueses, han tenido que venir los dos ejemplares menos representativos de un pueblo culto y sensato. No soporto que la sección de deportes de cualquier telediario dedique más de la mitad de su tiempo a un equipo de personas a las que se denomina “galácticos” y que prácticamente no han demostrado nada sobre el terreno de juego, en cuanto a títulos se refiere, en los últimos años. Mientras el Madrid ficha galácticos, el Barcelona forma en su escuela de La Masía a gente culta y humilde. Desde niños se les ofrece la posibilidad de jugar en el equipo pero siempre a condición de que aprueben todas las asignaturas. Como consecuencia salen personas que valoran el esfuerzo y el compañerismo por encima de la rutilancia de la galaxia, de los contratos millonarios y del fugaz famoseo. En fin; creo que ha quedado al descubierto mi pasión por el Fútbol Club Barcelona, lo que significa pasión por el trabajo bien hecho, por el esfuerzo diario, y por el aprovechamiento del genio para ponerlo al servicio de un colectivo. Mis disculpas para aquellos madridistas que se hayan sentido ofendidos. Tan sólo diré: Tendrán que esforzarse un poco más. NOTA: La foto, esta vez, no es mía. Se la he robado a un tal “vargas22” que la tenía en la red.

2 comentarios:

  1. Suscribo tu artículo, Jordi. A mí cuando me dicen que si suy Barcelonista, culé etc... Suelo responder que en realidad a mí no me gusta el futbol, simplemente amo el arte y ver un partido planteado por Pep es como ver una buena coreografía. Este equipo me ha hecho descubrir en el deporte características que tenemos olvidadas o damos por hecho en el mundo de las artes escénicas.

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  2. Así es, panicoescénico. Al final tendremos que reconocer al fútbol, gracias al señor Guardiola, como una de las bellas artes.

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