Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

martes, 7 de diciembre de 2010

Reinvención


Definitivamente el mundo cultural valenciano (y creo que el de todo el estado español) se resquebraja. Durante los últimos tiempos he tenido la oportunidad de compartir conversaciones con compañeros de viaje en esta nave que se creyó un trasatlántico sin asumir que no era más que un cascarón de nuez. Las operas fastuosas, los “grandes” directores venidos de allende los mares, las divas estrafalarias, los montajes desorbitados, los productores cocainómanos, los mitos trasnochados nos hicieron confundir el paseo de la malvarrosa con sunset boulevard ,la calle de las barcas con Broadway y la Gran Vía Fernando el Católico con la quinta avenida. Pero ahora el sueño ha terminado; perdimos el zapatito de cristal , nuestros coches son calabazas y nuestros servidores públicos ratones. La crisis, la crisis. La crisis carcome nuestros teatros y nuestras entrañas. Los más preclaros artistas, que vivían en fastuosos lofts en pleno centro buscan ahora refugio en algún piso de alquiler periférico. Los leones de antaño ahora son mansos corderitos que piden su bocado de la maltrecha teta pública. Pero las tetas de la madre estatal ya no dan leche. La explotamos hasta tal punto que hoy, aquellas ubres lustrosas parecen dos mojamas.
En este estado de las cosas me cuenta mi colega S. (un buen fotógrafo, sin duda) que está pensando en montarse un restaurante especializado en arroces en alguna playa turística de Marruecos, mi querida amiga M. (una magnífica gestora cultural) me pide opinión sobre si abandona el barco de la cultura para dedicarse a su apasionada afición; adivinen ustedes….la cocina. Y todavía un tercer caso; otro colega de profesión; el fotógrafo D. (diez años colaborando en la misma publicación con muy buenos resultados) me confiesa tras un par de cervezas que no abandona las cámaras, pero quiere enfocarlas más (dado el lamentable estado de la fotografía cultural) a la fotografía de…..cocina. Y a mi me parece genial porque son unos profesionales enormes que lo van a hacer tan bien entre fogones como lo hicieron en las tablas, en los conciertos o en los recitales.
Yo, por mi parte, he empezado a estudiar acupuntura porque las sartenes no son mi fuerte. Barajé otras posibilidades como rock and roll star o campeón de Wimbledon pero las rodillas ya no me dan para ninguna de las dos. Tarde o temprano me veo más aliviando jaquecas que fotografiando alguna versión contemporánea de “Otelo”. Y es que al teatro lo han dejado morir por indolencia y aquellos que algún día creímos que un patio de butacas era un lugar lleno de esperanza, ahora aceptamos que tan solo es un buen lugar para que habiten las polillas.

3 comentarios:

  1. Los fogones siempre son un poco la vuelta a unas raíces, a la búsqueda de nutrir lo que somos. No es mala forma de mirar hacia dentro. Yo me pido abrir una licorería, porque digo yo que hará falta algún espirituoso para bajar tanta comida y poder discutir toda la sobremesa sobre la gloria de la que fuimos testigos y actores.

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  2. La comida y la bebida, el amor y la guerra, las agujas y los enfermos grandes complementos, es bueno saber que se tienen posibilidades, asi no caemos en la monotonía. Y en cuanto a las tetas, algún día habrá que dejarlas, para los próximos lactantes, esperando por supuesto que recuerden que siempre hay nuevos bebes y que queda feo seguir mamando cuando ya tienes dientes. Encontrar el equilibrio nunca es fácil, un Urra por los comienzos y las opurtunides Un beso. anahi

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  3. Cómo me gusta tu comentario Anahí. "Un urra por los comienzos y las oportunidades". Claro que sí. De alguna manera siempre estamos empezando.
    Un beso grande.

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