Lo reconozco. Una vez más lo
reconozco; me gusta mi profesión. Y no hablo sólo de hacer fotografías o rodar
documentales, también hablo de lo que rodea al acto fotográfico y más
concretamente al hecho de recorrer lugares inexplorados por mis ojos.
Acabo de llegar de un viaje
relámpago que me ha tenido un par de días entre Badajoz y Salamanca. Se trataba
de realizar un mini documental para una empresa francesa dedicada a la
exportación de productos alimenticios españoles. El trabajo ha estado bien.
Espero buenos resultados sin haber
revisado todavía las imágenes grabadas. Pero ahora no quiero hablar de eso.
Quiero hablar de los paisajes que he disfrutado mientras conducía escuchando al
maestro Cohen. Me hubiera detenido en muchos de ellos, pero por desgracia ha
sido imposible pues eran tantos y tan hermosos que, de haberlo hecho, no
hubiera llegado a tiempo al trabajo, y eso ya sabemos que es muy malo, sobre
todo para la economía doméstica y para la fama de puntual que uno se ha ido
labrando con los años.
Estas imágenes las tomé en un
lugar al que ahora no sabría volver. Sólo sé que era una carretera secundaria
situada entre Salamanca y Ávila. Fuera del coche hacía un frío pelón, por lo
que me tomé el tiempo justo para realizar un par de disparos con mi pequeña
cámara de bolsillo
antes de volver al interior
del vehículo. Me hice un cigarro y puse “Alexandra leaving”, una de mis
canciones favoritas de Cohen. El paso de las nubes producía fugaces fogonazos
de sol y acto seguido sumían el valle en una penumbra mortecina. Me fumé el
tabaco con una paz reverencial. La última calada y el último compás del maestro
coincidieron, cerrando así la perfección del círculo. Arranqué de nuevo y pisé
despacio el acelerador. Aquel entorno se merecía una conducción pausada. Y así
fue.
que bonito momento. gracias por compartir.
ResponderEliminarGracias a ti por seguir por aquí, Anahí. Siempre es un placer tenerte cerca, aunque sea vía blog. Un beso.
ResponderEliminarGracias. Ya está en mi colección y ya la he escuchado tres veces sobre mi bicicleta. No sé si me hacía volar el aire o el maestro. Gracias también por eso. Un beso grande.
ResponderEliminarMe sumo a tus seguidoras. Gracias por compartir estos pequeños momentos. Sin ellos, no somos nadie.
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