Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

jueves, 26 de julio de 2012

Una red y no una vía

Si observamos la naturaleza en cualquiera de sus manifestaciones, nos daremos cuenta de que la vida tiene, como decía Jorge Drexler, forma de red y no de vía. Y me atrevo a completar la frase diciendo que más que por una vía, algunos, desde el poder, tratan de hacernos transitar por una autovía, por una línea recta y uniforme que no nos haga pensar demasiado, que no nos haga sospechar que siempre podremos elegir un camino secundario de líneas curvas y hermosas. En esa línea unidireccional y llena de aparente comodidad, primero se nos inculca el miedo a lo desconocido, a las carreteras secundarias, a los imprevistos, a los otros que también transitan por esa vía y a uno mismo. Y entonces es cuando nos hacemos un seguro de vida, uno de accidentes y otro seguro dental (por si las muelas). También comemos los alimentos envasados al vacío existencial que nos sirven desde grandes abrevaderos comerciales de nombres espeluznantes como Mercadona, Alcampo, Carrefour o Lidl, los cuales pugnan por robarle al otro algún conductor de esa gigantesca autovía de la vida artificial. Para ello no dudan en utilizar fotos de una frescura de plexiglás o cuerpos de una perfección inalcanzable que sirven de modelo de frustración para clientes con obesidad mórbida. En esa autovía (que hasta ahora parecía gratuita y ahora ni eso) ponemos la mejor de nuestras sonrísas con tal de que nos den un trabajo, un abrazo o un piso de protección oficial orientado al sur y con bonitas vistas a un cementerio. También tratamos de mantener la carrocería bien limpia, por aquello del qué dirán. Llegada cierta edad recurrimos a la ITV del seguro privado que llevas treinta años pagando y entonces te hacen un cambio de aceite, otro de filtros y una revisión de bajos en forma de tacto rectal. Y el doctor, un tipo aburrido que conduce por la misma autovía que tú pero al que no conoces de nada, te dice que el tamaño de tu próstata es la de un adolescente y que tu vida sexual va a ser tan activa como la de Rocco Siffredi y que no vuelvas hasta dentro de cinco años. Y entonces te entran ganas de darle un beso en los morros al doctor, y sales de nuevo a la autovía dispuesto a comerte el mundo, sin darte cuenta de que el mundo, lenta y cadenciosamente, se te está comiendo a ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario