Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

sábado, 22 de enero de 2011

Brasil: día desconocido


No sé qué día es hoy. Hay un momento en el viaje en el que pierdes el reloj y la agenda mental,sobre todo si es por lugares donde todo se mide con otros parámetros; la hora, la temperatura, el ritmo de los pasos, las palabras, los códigos de amabilidad social, el arte de la seducción, la edad. Escribo desde el único ordenador público de São Félix do Araguaia, aunque esto también tiene sus matices; existen tres ordenadoras públicos en este pueblo perdido en medio de la selva quemada del estado de Mato Grosso,de los cuales dos están permanentemente ocupados por los hijos del dueño del local. João, que tendrá unos 11 años, y el pequeño,cuyo nombre desconozco,se pasan el día entero matando fantasmas que recorren unas mazmorras mientras mascullan algunas expresiones en portugués. El poder de seducción de la tecnología es inconmensurable. Mientras los otros chavales del pueblo corren, saltan, y se bañan en el río Araguaia sin temer a los cocodrilos y las pirañas, João y su hermano queman la vista y las neuronas frente a una pantalla con el beneplácito de su padre, antiguo alcalde de la localidad que, tras perder las elecciones en favor de un tal Filemón, retomó su antiguo negocio del hotel Karajas, el pequeño agujero de techos de chapa donde me alojo.
Estamos rodando un documental que se podría haber terminado en cinco días,pero debido al ritmo lento de los habitantes de aquí, una gestión precaria desde España y las enormes distancias del lugar, la cosa nos va a costar veinte días. Por un lado se agradece ya que puedes disfrutar de la vida local bebiendo zumos de maracuyá o cerveza de la zona mientras ves pasar el tiempo sin pedir nada a cambio. Por otro, uno no se puede desprender del ritmo europeo, donde cada acción tiene un precio y un supuesto beneficio, así como así.
Hoy toca jornada de descanso. Sábado y Domingo aquí no trabaja ni Perry, aunque dos tipos hayan cruzado el charco para contar los problemas de su gente. Es este momento en el que me siento frente al ordenador libre del "hotel" karajas mientreas João y su hermano de nombre desconocido matan fantasmas que hablan portugués y recorren mazmorras infectas. A mi derecha el río Araguaia, el que da nombre a la localidad, discurre parsimonioso buscando unirse a miles de kilómetros con el Amazonas para desembocar los dos juntos en el Océano Atlántico.
Esta población tiene apenas 45 años y tiene un cierto parecido con el oeste americano de las películas pero con el punto latino. Como siempre, los perdedores fueron los indios que habitaban aquí hacía miles de años. Existen tres razas en la zona; los Karajas(que dan nombre a mi hotel)son los más sociables y los que antes se adaptaron a la colonización salvaje del hombre blanco(poseiros y facendeiros). Son comerciantes y te venden todo tipo de artesanía de su pueblo. Por otro lado están los más desconocidos porque viven en medio de la selva y nunca aparecen, aunque existen; son los Tapirapé. Y por último están los guerreros, altos y fuertes, de mirada arrogante y altiva, cuyo corte de pelo asusta; son los Chavante. Los Chavante están oficialmente en guerra con el invasor hombre blanco. Es una guerra de baja intensidad, pero guerra al fin y al cabo.
Podría contaros muchas más cosas pero sé,por comentarios de la gente, que los artículos demasiado largos nadie los lee, por tanto aquí pongo punto final a estas sensaciones que vuelco en la pantalla mientras se forma una nube que promete descargar el diluvio universal en unos segundos. Aquí es época de lluvias y la naturaleza manda.
Hasta pronto. En diez días estoy en casa si las tormentas permiten despegar a la avioneta que me llevará hasta Brasilia, desde donde volaré a Lisboa y de allí a Valencia. Chau amigos y amigas, conocidos y desconocidos.

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