Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

miércoles, 24 de noviembre de 2010

África está en llamas


Hace un tiempo mi compañero de viajes, Jordi Sebastià, acudió a un congreso sobre la situación en el “tercer mundo” que se celebraba en Rivas Vaciamadrid. Al parecer, la alcaldía de esta población es una de las pocas regidas por Izquierda Unida. Allí se congregaron cooperantes, directores de ONGS, marxistas inagotables y algunos exiliados de países en guerra.
Durante días oradores de gramática parda hablaron ante un público entregado sobre lo mal que está el mundo, sobre lo malo que es el capitalismo y lo terrible que fue la colonización. Durante días expiaron sus culpas de blancos lechosos espeluznantes, descendientes de aquellos macabros tiempos en que sus tatatataarabuelos violaron y saquearon.
Entre el público había un negro alto y fuerte de mirada pétrea. No había hablado en todo el congreso. Sólo observaba y callaba. Hubo un momento, el último día, en que el ponente de turno gritó en uno de los muchos tumultos retóricos que se organizaron:
- “Camaradas, camaradas: Un momento de silencio. Tenemos entre nosotros a un compañero venido de Congo que todavía no ha tenido la oportunidad de hablarnos. Por favor compañero: ¿Podrías contarnos cuál es la situación actual en tu país?

Aquel hombre se levantó lentamente pareciendo más la formación de una cordillera que alguien de carne y hueso.
Silencio general.
El africano alzó una mochila. La abrió y de ella extrajo un bidón de gasolina. Con su mano libre sacó de uno de sus bolsillos un mechero.

- ¿Queréis saber cómo es África? Muy bien – dijo - Ahora voy a rociar esta sala con gasolina, después iré a la única puerta de salida, apagaré las luces y prenderé el combustible. ¿Qué vais a hacer vosotros?

- Huir, correr….- se escuchó en el local.

- De acuerdo: Cuando lleguéis a la puerta desesperados os diré: Los papeles!!! Y si no son legales volveréis a vuestros asientos. Así es África.

No hubo objeciones y el congreso se clausuró con las almas de los ponentes encogidas al confirmar su falta de experiencia real del dolor.

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