Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

viernes, 17 de febrero de 2012

Las estadístcias, el universo y lo particular

Yo, que nunca he tenido inquietudes tecnológicas, empecé este blog hace dos años un poco por ocio y un poco por intentar comprender cómo funciona este mundo en el que parece que no eres nadie si no tienes un smart phone, un facebook, un twitter , un perfil público y, como el cantante Roberto Carlos, un millón de amigos. Poco a poco empecé a cogerle el gusto, aunque sospechaba que el ámbito que podía alcanzar era tan doméstico como la convocatoria a una junta de vecinos.
Hace poco, en mi ignorancia, se me ocurrió pinchar una pestaña del blog que decía “estadísticas”. Nunca había reparado en esa pestaña, probablemente porque siempre he pensado que la estadística es la ciencia que demuestra que si tu vecino tiene dos coches y tú ninguno, los dos tenéis uno. Al pinchar se desplegó en mi pantalla un sinfín de datos que, en un principio, me parecieron indescifrables. Lo que más me llamó la atención fue un mapamundi en el que, con diferentes tonos de verde, estaban coloreados distintos países. Y con estupefacción también descubrí que, dependiendo de la intensidad del verde, este blog era visitado por más o menos personas en esos países. Y todavía había otra cosa más curiosa; podía saber cuantos visitantes había durante toda la existencia del blog, durante el último mes, la última semana, el día en curso y, oh milagro de los milagros, cuánta gente había conectada en el mismo instante en el que yo hacía la consulta. Con dedos temblorosos como una hoja otoñal tomé la decisión de ver quién estaba conectado en ese momento, convencido de encontrar algún amigo de mi propia ciudad y algún parado de larga duración ubicado en Burgos. Pero mi sorpresa fue indescriptible cuando descubrí que en ese preciso instante en el que yo miraba mi pantalla con escepticismo, había una persona en Ucrania haciendo lo mismo, otra en Israel y otra en Hon-kong. Mi corazón, desconcertado, dio un respingo en medio del costillar. Aquello me parecía un misterio mayor que el de las caras de Bélmez. La teoría de mi amigo Jordi Sebastià es que el de Israel es un espía del Mossad. El Ucraniano es más difícil de explicar y tratar de entender al de Hon-kong es tiempo perdido.
Todo esto me hizo ver que, por mucho que se empeñe Ryanair en lo contrario, el mundo sigue siendo muy grande y nosotros muy pequeños.
Estuve dándole vueltas al tema durante horas. La ventaja de estar en paro es que tienes la libertad de dedicarte a estupideces como esta. La conclusión fue la siguiente: Nos hemos perdido en lo general para olvidarnos de lo particular. Pongamos un ejemplo; no hay nadie hoy en día que se sienta realizado si no visita alguna vez las pirámides de Teotihuacan, los totems de la isla de Pascua o alguna virginal playa de Madagascar, para, a su vuelta, enseñarnos las fotos que demuestran su parecido más a Indiana Jones que al mediocre que siempre ha sido. Por el contrario, esas mismas personas, no se sienten nada realizadas escuchando a su vecino al que, por cierto, le ha dejado la novia o, simplemente, se le ha acabado el aceite y no se puede hacer un par de huevos fritos.
Mi espíritu de parado ocioso todavía dio un giro de tuerca al pensamiento buscando soluciones al conflicto, que prometía enquistarse si no se le daba una rápida solución. Era necesario volver a lo pequeño, a la tierra cercana, al vecindario, a la persona, al yo, a la molécula. El infinito hacia abajo puede ser más apasionante que el infinito hacia arriba. ¿Pero cómo dar ese salto mortal, yo que siempre he sido más universalista que nacionalista?

-Para eso está Internet, mendrugo – pensé

La paradoja de Internet(que es lo más universal que se puede concebir hoy en día) es que nos puede llevar a la región más particular, no sólo de la geografía mundial, sino de la geografía cerebral. Y para mi propia sorpresa me vi buscando música en catalán.
-¿Por qué música en catalán, tú que eres castellano hablante? – se preguntará más de uno.
Pues porque mi padre era catalán y jamás le escuché hablar castellano con sus padres. Mis recuerdos infantiles, o al menos gran parte de ellos, son en catalán. Y se trataba de volver a lo pequeño. ¿Y qué más pequeño que uno cuando es pequeño?, ¿qué más pequeño que aquellos pensamientos primigenios que nos trajeron hasta este marasmo actual?
Y acortando, que esto empieza a hacerse largo: Así descubrí a los “Manel”, un grupo de chavales que cantan en esa dulce lengua que es el catalán y que componen letras costumbristas cargadas de intimidad, de verdad y de ganas de vivir.
Ya los presenté en una entrada anterior, pero aquí os dejo otra canción. Esta vez con subtítulos en castellano para quien no entienda nada.
Tenéis que pinchar en "watch in you tube" para poder verlo. Que lo disfrutéis.

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