Esta noche, la madrugada
del treinta y uno de diciembre al uno de enero de 2017, no he podido
dormir. No he dormido ni un minuto. Podría echarle la culpa al
catarro y a la probable fiebre, pero no pienso que se deba a ello.
Tenía mil cosas en la
cabeza, me rondaban mil pensamientos, y no he dormido. Me he
levantado de la cama varias veces, he fumado, he leído, he visto
películas aburridas hasta la extenuación...y no he podido conciliar
el sueño.
Ya amanecido, desde la
cama, he conectado la radio.
Adoro escuchar la radio
tumbado en la cama. Sobre todo las noticias, para ver si se acaba el
mundo o algo similar. Pero el mundo no se ha acabado. Sí han acabado
unas cuantas vidas en una discoteca de Estambul porque un tipo
vestido de Papá Noel ha entrado con una ametralladora y se ha
llevado a 39 personas por delante. Algunos han salvado el pellejo
porque se han lanzado al Bósforo, ya que su instinto de
supervivencia les decía que era mejor sufrir aquellas aguas heladas
que una bala en el occipital. Es lo que tiene el instinto de
supervivencia: pasas de bailar un tema de Rafaela Carrá a nadar en
el Bósforo en cuestión de segundos.
Tras las noticias ha
comenzado algo que detesto desde que era niño: el concierto de
primero de año en Viena. Detesto a toda esa gente ataviada con
frac y pedrería escuchando esos valses decadentes.
Yo escucho Radio Nacional,
no por su rigor informativo o su calidad, sino porque no emite
publicidad. Radio Nacional tiene varias cadenas; yo suelo escuchar
Radio 1 o Radio 5, todo noticias (así se hacen llamar: Radio 5, todo
noticias).
En Radio 1 emitían el
dichoso concierto de valses decadentes, así que he decidido cambiar
a Radio 5, donde, oh sorpresa, también estaban emitiendo el mismo
concierto.
Me he preguntado qué
sentido tienen dos cadenas nacionales que emiten exactamente la misma
programación al mismo tiempo, pero ese pensamiento me ha durado
poco. No me ha parecido útil hacerme esa pregunta tras una noche de
insomnio.
Sin embargo sí me ha
parecido útil hacer girar el dial para ver si encontraba algo más
interesante. Y señoras y señores: lo he encontrado. He ido a parar
a la cadena COPE.
Ahora es cuando todos mis
amigos se escandalizarán y se tirarán de los pelos preguntándose:
“¿Pero cómo has podido caer en semejante aberración patrocinada
por la iglesia católica? ¿Cómo te has detenido en ese pozo
aberrante?
Y os voy a contestar.
Mientras en Radio Nacional
de España emitían el decrépito concierto de primero de año, en la
COPE estaban haciendo un programa sobre la cantidad de muertos que ha
habido en las costas de la isla de Lesbos estos últimos años.
Apasionante.
La periodista que lo
presentaba era ciertamente un poco...¿cómo podría
decirlo?...¿cursi? Sí, cursi sería una palabra adecuada. Pero el
documento no tenía desperdicio. Justo en el instante que el azar me
ha llevado hasta la COPE atravesando las ondas hertzianas estaban
hablado de una pareja de ex hippies ingleses que llevaban en la isla
unos veinte años trabajando la artesanía y que habían abandonado
todo para ayudar a las miles de personas que llegan a diario hasta la
isla.
Erik y Philippa Kempson:
esos son sus nombres
Los Kempson han construido
una infraestructura de la que deberían aprender todos los gobiernos
de nuestro mimado y mojigato “primer mundo”.
Erik graba vídeos a
diario explicando la situación casi a tiempo real. Podéis ver sus vídeos en You Tube.
Mientras escuchaba este
maravilloso documento pensaba que girando la rueda del dial estaba
sucediendo un concierto en Viena con hombres de frac y mujeres de
pedrería. Es decir, mientras una periodista entrevistaba en Lesbos a
personas que atendían a náufragos, al mismo tiempo, en un espacio
no tan lejano, la alta burguesía vienesa escuchaba valses. Ah sido
en ese instante, con ese pensamiento, cuando casi me estalla el
cerebro. Menos mal que he parado a tiempo.
Pero lo peor estaba aun
por llegar, y ruego al lector aprensivo que deje de leer ahora mismo
si no quiere sufrir un colapso.
La periodista ha empezado
a preguntar por casos particulares. A mi, en el periodismo, me gustan
los casos particulares porque si hablamos en general de una
situación, si no ponemos nombres y apellidos, rostros y cicatrices,
todo se disuelve en un “los refugiados”, o en unas “mujeres
maltratadas”, o en un “bulling”...etc.
La estadística siempre mata la
verdad.
La máxima expresión de
dolor e impotencia la he sentido cuando han relatado la historia de
un chico de unos veinticinco años que había huido de Siria en una
barcaza y había alcanzado Lesbos tras una travesía de días. Este
chico está siendo tratado en un hospital de la isla y todavía se
despierta cada noche, gritando y meándose encima porque en su cabeza
se ha grabado a fuego algo que jamás podrá olvidar: en Siria, en la
guerra, le habían arrancado los dientes y las muelas una a una. No
voy a entrar en detalles.
He desconectado la radio.
Ya era suficiente.
Me he levantado. He
desayunado mandarinas, higos secos y un té caliente. He dado gracias
por poder masticar y por muchas más cosas.
No sabía qué hacer para
quitarme de la cabeza a aquel chico.
He puesto la tele
pidiendo, por favor, algo intrascendente.
Y se obró el milagro.
No
he encontrado algo intrascendente.
Todo lo contrario.
Justo en ese
preciso instante empezaban a emitir en TCM “La Gran Belleza” de
Paolo Sorrentino, y he comprendido, una vez más, la magia del ser
humano.
Yo no sé si Dios existe. Pero que alguien, desde algún lugar, tal vez no tan lejano, juega
conmigo, de eso no tengo ninguna duda.
Bienvenido 2017.
Cómo siento no tener el portátil, el móvil se me queda pequeño. Mucho.
ResponderEliminarA mediodía, mientras comía, he recordado que hoy era el Concierto de Año Nuevo.. Y he sentido habérmelo perdido. A mi padre le encantaba y he crecido escuchándolo en casa. El amaba el arte, hasta el punto de la lágrina, la que es bella. Amaba la ópera, la música clásica, la pintura, la fotografía, la escritura, la danza, el teatro, el cine... El año pasado le ayudé a levantarse y a vestirse, para disfrutarlo... por última vez. Sin etiquetas, sin pedrerías, sin un corazón burgués sino curtido en mil batallas, de las de pueblo llano, de las de hombre voluntarioso y luchador. Y especial, muy especial. Estábamos librando la última y, durante esa mañana, entre esas notas, el dolor no pesaba, la emoción sí. La suya sintiendo la música y con el alma danzando, saltándosele por los ojos. La mía a su lado, contemplándole, aferrando ese recuerdo para... por ejemplo esta noche, leyéndote, caldearme con él hasta sobrarme el radiador. Hasta la presunta decadencia de la que hablas puede encerrar un mundo de belleza.
Te agradezco lo que me ha fortalecido esa imagen, ese recuerdo, aunque en absoluto fuera ésa tu intención porque, si a ti casi te estalla la cabeza, a mí casi me estalla el corazón mientras continuaba leyéndote. No sabía nada del atentado de Estambul ni de esos inocentes que han pagado con su muerte los desequilibrios de dos mundos en lucha que sólo conquistan dolor, fanatismo, intolerancia y riqueza putrefacta, con un insoportable olor a cadáver y futuros devastados.
Y tampoco conocía a ese matrimonio Kempson que nos presentas, aunque sea a través de la Cope. En el mundo quedan personas como ellos para equilibrar la balanza, para lustrarnos un rayo de esperanza. Admirables, aleccionadores.
Ahora espero dormir, aunque me lleve el alma en un puño a la almohada pensando en ese chaval... Uno más en una larga lista de inocentes, único en una lista personal de héroes anónimos por el que voy a hacer lo único que se me ocurre en este momento que puedo hacer. Rezar. No un Padrenuesto sino un pensamiento de fuerza y un sentimiento de respeto, para que le llegue pronto ese día en el que, finalmente, pueda dejar de gritar. Para que el odio ajeno que le ha masacrado quede enterrado por el amor que en él, ahora, está siendo sembrado. Esperanza otra vez...
Demasiado tarde para enchufarme ahora "La gran belleza", pero nunca demasiado tarde para los milagros. Será una memez mía (o no) pero soy de los que piensan que nada es casualidad y todo lo que pasa, pasa por una razón.
Me alegro de haber pasado por aquí, me alegro de que nos compartas tus paseos. Sigamos jugando en este juego de la vida que a veces nos golpea y otras nos divierte sin explicarnos las reglas, mientras lo indescifrable nos muestra sus razones aunque tardemos eternidades en comprenderlas.
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ResponderEliminarTenemos tantas cosas por la que dar las gracias y tanta ceguera ante el dolor ajeno. Gracias Jordi
ResponderEliminarAsí es, José Alberto. Nosotros vivimos en el mejor de los mundos posibles a día de hoy, aunque que todo es mejorable. Un beso, y gracias por leerme.
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