Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

viernes, 6 de enero de 2017

Elegir un padre

Yo tuve el mejor padre posible. Es cierto, no era perfecto. Eran sus debilidades lo que lo hacían más humano de lo que era (y lo era mucho). Educado, atento, con un sentido del humor elegante y de una bondad que rozaba lo beatífico. Siempre estaba ahí, a su manera, si lo necesitabas.
Sin duda, era el mejor padre posible.
Pero si hago un ejercicio de imaginación (algo a lo que soy muy dado), si me dieran a elegir otro padre posible, hubiera elegido a Leonard Cohen.
No soy un tipo ingenuo, aunque a medida que me hago mayor mi candidez va en aumento. Estoy convencido de que tras la poesía de Cohen se escondía un hombre depresivo, huraño y por momentos tirano. Me da igual. Por Cohen siento algo que nunca sentí por mi padre: admiración.
Descubrí a Cohen cuando tenía más de cuarenta años (yo, no él). No es que no lo hubiera oído antes (y digo oído, no escuchado). “Suzanne” era un tema recurrente entre los hermanos mayores de mis amigos y siempre me pareció blando y carente de substancia. Si tenemos en cuenta que por aquel entonces yo escuchaba a los Clash, los Stones o a los Heartbreakers no es de extrañar que “Suzanne” me pareciera blando. Pero a los cuarenta años vi un documental sobre la vida de Cohen. “I´m your man” es el título del documental, igual que una de sus canciones más conocidas. Ese documental me cambió la perspectiva que tenía hasta aquel momento sobre la música, y por encima de todo, sobre las letras de Cohen.
El documental está basado en una amplia entrevista con el cantante combinada con distintos intérpretes versionando sus temas de manera exquisita. En sus palabras entendí el dolor y la belleza que le acompañaron durante toda su vida. Y lo más excitante es que me sentí reconocido en muchos de los sentimientos emocionales, espirituales y vitales de los que hablaba.
La religión y la espiritualidad son señas de identidad en casi todas las canciones de Leonard Cohen, temas que a mi me han acompañado desde que de muy joven decidí matar a Dios para, años después, tener que resucitarlo. No se debe cometer un crimen sin entender por qué lo estás cometiendo. No es justo.

Cohen murió hace un mes y pienso en él, como en mi padre, todos los días. Aparece en mis sueños, como mi padre, todas las noches. Me acompaña con su voz cavernosa, como la de mi padre, a todas horas. Y creo que debido su poesía entiendo un poco mejor este mundo al que, gracias a Dios, nunca llegaré a entender del todo. Siempre hay grietas en nuestro conocimiento, pero es precisamente por ellas, como dice el maestro, por donde entra la luz.


2 comentarios:

  1. Aunque parezca mentira, había escuchado muy, muy poco a Leonard Cohen. Algo que, en buena medida debido a tus palabras, estoy en vías de corregir :)
    Gracias, amigo.

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  2. Pues, querido, tú que captas los sutiles giros del inglés, vas a flipar!

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