Mi ruta salvaje llega hasta el centro del misterio, atraviesa el huracán y las tormentas para, finalmente, alcanzar el sosegado corazón de mi alma.
Nathan Hope

sábado, 11 de febrero de 2012

La vida de los otros
























“La vida de los otros” es una gran película que habla sobre la Alemania del otro lado del “telón de acero”. De ella me apropio exclusivamente del título para esta entrada del blog. Me gustaría apropiarme de todo el film, pero desgraciadamente no lo dirigí yo.
Sigo dando largos paseos, mientras llevo conmigo la nueva cámara que me acompañará en el inminente viaje a India. Hoy he pasado largo rato en un derribo que se inició hace unos meses y, supongo debido a la crisis, ha quedado a medias como un homenaje a lo que algún día fue y se resiste a desparecer. Estos edificios se elevaban a dos manzanas de mi casa. En ellos vivían unas cuantas irreductibles familias de raza gitana. Cada vez que la policía les desalojaba, ellos volvían a ocupar el lugar trayendo consigo a nuevos familiares. Allí vi crecer a niñas que se convertían en madres nada más soltar de sus manos al oso de peluche. Vi ancianos fumar caliqueños y a jóvenes esnifar sustancias poco recomendables para la salud. Vi mujeres tender ropa interior inmensa en los balcones y familias asando un cerdo mientras bebían vino en bota y cantaban a Camarón. Eso fue hace unos cuantos años.
Lo que más me ha sorprendido es la cantidad de objetos infantiles y zapatos que me he encontrado entre los escombros. Juguetes y zapatos. Es como si hubieran tenido que salir de urgencia, llevando consigo lo imprescindible (suponiendo que los juguetes sean prescindibles- y eso es mucho suponer). Allí andaban los osos de peluche de aquella niña preñada, con el corazón hecho trizas, pidiendo a gritos una explicación a tan repentino abandono.
Han sido un par de horas de convivencia con esas vidas ajenas que un día conocí. También ellos me conocerían a mi. Uno da por supuesto que es invisible hasta que un día, un vecino de toda la vida inopinadamente le saluda.
No sé dónde andará cada uno de los antiguos inquilinos de estas fincas. Es posible que las familias se hayan dispersado, o que su carácter gregario les haya mantenido unidos. De lo que estoy seguro es que ninguno de ellos sabe que alguien hoy les ha recordado y ha deambulado entre sus antiguas pertenencias.

Sigo disfrutando de hacer fotografías, por eso acompaño esta entrada con un homenaje que Paul Simon hizo en los años 70 a la película Kodachrome, todo un clásico en diapositiva.

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